SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

22 marzo 2007

HA SIDO UN PLACER.


Estamos condenados a desaparecer. Muy pronto no tendremos nada de humanos. Seremos una especie de androide cutre, camino entre C3PO y algún friki moderno. Lo dicho, estamos acabados, caput. Ayer me costó un güevo de pato escabechado encontrar un buzón. Si, un buzón de esos amarillos de toda la vida, donde uno mete una cosa llamada carta en formato papel y luego una empresa llamada Correos (por cierto que vaya nombre más soez, ahí, imponiendo acciones) la lleva a su destino. Estaba en pleno centro de Madrid y pude pasar por delante de quince Cíber cafés antes de encontrar un buzón. Mi sorpresa rayó la indignación cuando, ofuscado ya por las circunstancias, decidí preguntar a un barrendero si sabía donde podía encontrar un buzón y que no fuera en el Museo Antropológico. “¡Buf! Yo creo que es que de eso ya es difícil encontrar” Contestó. Si os lo digo yo, terminaremos por ir a pilas.

Está claro que la tecnología se está imponiendo a las tradiciones de forma excluyente, y que por más que pensemos que pueden ser compatibles al final la marginación de hecho que van a sufrir ciertas costumbres las llevarán a su desaparición. Se ve que los buzones se hacen innecesarios. A las cabinas telefónicas se las empezó a arrinconar cuando se impuso el teléfono móvil y proliferaron los locutorios como setas. Menos mal que la carta que envié no necesitaba sello, porque ya veo la cara de asombro del tío del estanco al escucharme pedir el sello, que por cierto ahora son pegatinas, que hay que cuidar la estética y pasar toda la lenguaza por el pegamento de la estampita no queda estético, e incluso fomenta la drogadicción entre los jóvenes (que me lo ha dicho la Mari, mi vecina del primero). Pues eso, que ahora da más vergüenza ir al estanco a pedir un sello que hace unos años entrar en una farmacia llena de viejecitas recién salidas de misa a comprar una caja de preservativos sabor a fresa.

Si es que estaba cantado. Teníamos que haberlo sospechado cuando todos pusimos un microondas en nuestra vida y apartamos el cazo de nuestros despertares. Si es que se veía venir. Llegaron los Ipods, las PDAs, las teles con pantalla TFT, los móviles, los MP3, los Tamagochis (cuanto daño han causad estos seres electrónicos…), el Messenger, los mails, la domótica, los GPS, y como no, el soporte infame en el cual os cuento mi devenir diario a golpe de teclado, que ha condenado a mi pila de cuadernos al más oscuro ostracismo.

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