SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

28 abril 2009

EL RINCÓN MÁS PRECIADO.


El otro día estaba yo enfrascado en un ciber con cosas de trabajo cuando desde uno de los locutorios me llegó una voz ronca, entrada en edad:

- “Mamá, me escuchás…soy yo…el mayor de tus hijos varones…si…¿te acordás de mi mamá?... si… te extrañamos mucho… si …te llevo en el rincón más preciado del corazón…y los niños también mamá…te quiero…chao”.

Cuando el hombre colgó el teléfono, tenía yo una congoja que ni siquiera me acordaba en lo que andaba trabajando. En el rincón más preciado del corazón, le dijo. Me puse a pensar si todos tenemos ese rinconcito que a tenor de las palabras de aquel hombre debía rebosar amor, por pequeño que fuera. Me miré el pecho. “Nunca Mais”. Intenté ir más allá de la proclama de mi camiseta. ¿Tendría yo ese rinconcito? Tendría ese lugar donde confluirían mis más tenaces amores con las iras más profundas, no en vano los límites se tocan, y si tan pequeño era ese hueco, amor y dolor debían convivir en un extraño pacto de tregua, o de continua batalla.

Pero aquel hombre me hizo pensar solo en el amor. Me imaginé un diminuto espacio, en el que las lágrimas brotaban según la emoción, según el impacto, y los sentimientos las vertían en nuestros ojos, para decir a los demás que ahí, en ese rincón guardamos nuestro más preciado tesoro, un lazo que nos une a los que tenemos lejos, y cerca, a los que se fueron y a los que aún permanecen, y que ese rinconcito es infranqueable, es nuestro fortín y sin él no sentimos. Y morimos.

Intenté mirar la cara del hombre pero ya se había marchado, supongo que entre la ternura de haberle dicho a su madre cuanto la quería y la pena de no sentirse correspondido ahora, años después de haber vivido en sus brazos, en su regazo, de su esfuerzo, y tener que colar la entradilla de “soy el mayor de tus hijos varones”.

Pero yo creo que si le correspondió, porque cuando el amor ha existido entre dos personas no hay distancia, ni tiempo ni demencia que pueda acabar con semejante unión, no hay batalla perdida ni escollo insalvable, siempre que guardemos y cuidemos ese sentimiento en lo más profundo de nosotros, en ese rinconcito del corazón que espero tener la fortuna de encontrar algún día. Y tú, buen hombre, sabes donde lo tienes, y seguro que tu madre también.

27 abril 2009

FRONTERA


La calle Atocha en Madrid representa una auténtica frontera entre dos mundos. Uno artificial y necesario para la ciudad, supongo, que es del barrio de Las Letras, donde conviven turistas, vecinos, la mayor parte autóctonos, y el espíritu de los mentideros de la corte, con sus ilustrados a la cabeza. Tras la calle Atocha el barrio se muta, ya no hay bancos de granito gris, ni letras impresas en dorado en el suelo.

Es Lavapies. Un paseo calle Ave María hacia abajo nos descubre un mundo de colores y culturas, entramado que recuerda los clanes africanos cercados por las fronteras que dibujaron alegremente las potencias coloniales. Indios, subsaharianos, marroquíes, chinos, americanos del sur… Pasamos el Alfaro, los restaurantes indios, el Melos, el de los kebabs, la ferretería de toda la vida, el pub de siempre, el todo a cien y arribamos a la plaza, un mar en el que desembocan las calles adyacentes como traídas de Madrid, invitando a todos (aquí no existen forasteros) a juntarse en torno a la plaza, el teatro, las terrazas de la calle Argumosa, y quizás salir de esta torre de babel subidos a un metro que invita a volver.

Lavapiés tiene una vida especial, tiene vida en la calle, lo cual no deja de ser una excepción en un mundo en el que hemos dejado de lado la calle, los parques (salvo para pasear a nuestros vástagos) y el ocio de exterior para soterrarnos en tiendas y centros comerciales con el único propósito de gastar. Poderoso caballero Don Dinero, Quevedo dixit. Y si, en Lavapiés hay grupos de personas en la calle, charlando, sin hacer más actividad que estar con otros. Y los otros suelen ser los suyos, aún, pero si conseguimos superar esa frontera mayor que la que representa la calle Atocha y que nos reprime en un ánimo nacionalista que no queremos reconocer, algún día los otros serán otros y suyos, nuestros y de allí. Pero siempre aquí.

Así es Lavapiés.

03 abril 2009

EL TONTO DE LA CLASE.


Zapatero está encantado. Así, en plan nuevo rico paleto. Como ese niño que atrae collejas pero que se deja hacer con tal de codearse con los repetidores. El se hace la foto, dice que España somos el no va más, que si hemos entrado en un club selecto… y mientras aquí el único club al que accedemos es el “Paro´s club”. Eso si, para que no se diga que el presi no empaliza con el pueblo, ha decidido tener algo en común con él. Comerse colas. El pueblo la del INEM y él, en fin, las que hayan hecho falta para estar donde está.

Siempre he considerado que más vale tener la casa en orden y que se vea que somos pequeños pero honrados, que no tener todo hecho unos zorros e ir por ahí aparentando lo que no somos. Y con lo que tenemos aquí somos lo que sea pero una potencia económica no. Durante años se ha permitido la especulación, se ha fomentado la dilapidación de las economías familiares, en aras del consumo y el progreso, se han restringido las prestaciones sociales en proporción al dislate neoliberal que inundaba nuestra economía y se ha montado un chiringuito que no desbarata ni la nueva ley de costas.

Y ahora que. Ahora una panda de tarados, estandartes de ese neoliberalismo que defienden socialistos y populares, han jugado al monopoly con nuestros ahorros y ping la han jodido y tenemos que pagar todos. Eso si, nada de que se entere el vecino. Estamos en la mierda, cuesta abajo pero buena cara, y los Zarkos, Merkels, Obamas y Lulas de comidas y planes. Y Zapatero riéndoles las gracias y sintiéndose uno más. Tócate los güevos.