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18 enero 2011

LOS AMANTES DE BAUSEN.


Hoy voy a hablar de amor. No es tan chocante como pudiera parecer, en el fondo soy un romántico. Viene al caso de la visita que hice este verano a la tumba de Teresa, que dicho así podría sonar un poco perturbador, o de perturbado, pero no.

En el Bajo Arán, pasado Bossost y a tiro de piedra de Francia se encuentra Bausen. Es un pueblecito aranés, típico, como todos los que salpican el Valle. No se si llegará a la categoría de pueblo. Casas de piedra y pizarra, algunas de ellas con las puertas abiertas. Un bar. Un bar en el que los cuatro parroquianos de turno giran acompasadamente la cabeza al ver entrar a un forastero. Como en todo el valle se disfruta de una paz sin igual y unas vistas dignas de ser no ya vistas, admiradas.

El caso es que allá por los inicios del siglo pasado, había dos vecinos de Bausen en los que despertó el Amor. Y fruto de ese amor surgió la idea de casarse, más que idea ilusión. Ilusión que se fue al traste ya que el párroco descubrió un lejano parentesco entre los dos enamorados y les exigió la correspondiente dispensa papal para poder casarlos. Y como casi todo trámite eclesiástico, solo se podía hacer previo pago de una considerable suma de dinero. Dinero que los jóvenes enamorados no tenían.

Cuan enorme sería su amor que pese a no poder casarse decidieron compartir sus vidas, vivir juntos amancebados, en pecado para esa iglesia donde todo o casi todo se paga con dinero pero se predica amor. Hablo de la primera década de mil novecientos. Los vecinos no solo aceptaron su decisión sino que la aprobaron y les asimilaron como un matrimonio más de Bausen. Todos admiraban el amor que se profesaban.

Al poco Teresa, que así se llamaba la joven enamorada, enfermó y murió. Y fue ahí donde el párroco, resentido supongo que con la actitud de los jóvenes y del resto de la aldea, quiso cobrarse su venganza. Teresa no sería enterrada en camposanto por haber contravenido la moral de la iglesia y haber vivido en pecado.

Pero fue en ese momento, tras años de amarse, tras años de respeto, cariño, riesgos, decisiones, sufrimientos, alegrías, comprensión, acompañamiento, tras dar rienda suelta al más sincero de los amores, fue en ese momento donde el Amor afrontó la venganza del párroco y desplegó la más hermosa de las rebeliones populares contra la iglesia.

Los vecinos indignados con su párroco decidieron construirle a Teresa un cementerio para ella sola, con su muro, su cerca, su sepultura y su lápida. Un cementerio en el que su amado pudiera visitarla y nunca separarse de ella. A las afueras de Bausen, por un pequeño camino de tierra se llega a la cima de una montaña, coronada por una cruz, con vistas al Bajo Arán, unas vistas que reconfortan, impresionan. Y si bajamos la ladera por la izquierda a pocos metros nos encontramos con un muro de piedras, como los que rodean los cementerios, y una cerca negra, como las que dan la entrada a los cementerios, y dentro una sepultura con flores, como las de los cementerios. En ella reza "A mi amada Teresa, quien falleció en 10 de mayo de 1916 a la edad de 33 años".

1 comentario:

jairo F.Quindós dijo...

una preciosa historía, sin duda el amor puede más que cualquier intitución carca, tiene tragico final, pero en si es una preciosa historia, siempre quise ir al valle de aran.
Un aliciente el leer esto para cumplir el proposito, un saludo turula desde mis mundos.