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25 octubre 2012

PARADOJAS DE LA MORAL.




Ya que la anterior entrada iba de mi querida patria norteamericana, voy a seguir por ahí aunque sea de refilón para hilarlo con el tema de las bicis y las drogas. Hablaba ayer con mi hermano sobre el tema de la curiosa moral yanqui a cuento del dopado-mentiroso-tramposo ciclista Amstrong. Un presidente de los EEUU se puede cepillar a su becaria (me da igual cepillarse él a ella que ella a él que una chupadita que un mete saca…) y aquí  no pasa nada, montan un chou estupendo en plan telenovela, la mujer le perdona y si algo ha hecho mal no ha sido no meterla donde no debía, no. Lo que hizo mal este ex presidente de los Estados Unidos de América fue mentir después cuando dijo que no lo había hecho.

Y en esas estamos. Allí se puede hacer casi todo, debe formar parte de lo que ellos llaman “american way of life” o “el sueño americano”, que se tolera casi todo menos la mentira. Tú descerrajas un tiro en el pecho a tu vecino y oye, que no hubiera pisado tu parcela sin avisar. Pero que le dices a ese mismo vecino que no tienes sal cuando tienes un tarro entero y uy uy uy  madre mía, pido una oración por tu alma.

Más o menos es lo que ha pasado con Amstrong. Se ha dopado (no lo digo yo, lo dice la UDASA y la UCI) privando así a los aficionados al ciclismo durante siete años seguidos del legítimo derecho a ver un deporte limpio, de disfrutar de una carrera honrada, ha falseado resultados obteniendo pingües beneficios personales. Vamos que se ha portado como un cacho de cabrón, pero lo que ha hecho y está muy mal, ha sido decir a todos sus patrios conciudadanos y al resto del mundo que todo era falso, que pío pío que yo no he sido. Y si. Si lo había hecho. Y como en la hermandad de los de las dos ruedas debe estar pringado hasta el cámara que retransmite las carreras, no abre el gaznate ni dios. A ver a quien le cae el próximo marrón, que deben tener todos la sangre más trajinada que un hemofílico.

Total que me da la risa. Yo es que soy muy de mantener la palabra. Soy un poco medieval en ese sentido (y si me pongo a rebuscar en algún otro también), y como no puedo ofrecer gran cosa en lo material sigo pensando que lo que más valor tiene en las personas es la palabra. Si mientes no vales la pena, ni tienes honra ni honor. Ya lo dijo mi tío, más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Pero es que aquí en este nuestro terruño el que no miente es que no sabe. Yo creo que especialmente los que se dedican a la cosa pública tienen un gen que les condiciona.

Si partimos de la base de que el jefe del ejecutivo, el señor Rajoy, no miente más porque el día no tiene más horas, de ahí para abajo a ver como les exigimos honradez. Así que a mi me molaría mucho mandar a esta tropa de falaces incombustibles allí a los Estados Unidos y provocarles un poco para que pisen la parcela del vecino sin avisar.

Salud y República. Y Honor.

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