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24 mayo 2010

ENMARAÑANDO VIDAS.


Me pregunto cuantas vidas tenemos que vivir para vivir una sola. De principio a fin. A los veintiocho años creí haber vivido una entera y sin embargo lo siguiente fue una continuación de la primera, otra vida que formaba parte de la misma, como si un estribillo nos enlazara unas estrofas con otras. Y el estribillo es lo que no cambia, porque el estribillo soy yo, es el estribillo lo que conforma el núcleo de mi vida, y permanece intacto, o casi, desde el principio.

No creo que quiera reescribirlo. Y me da no pocos problemas, quebraderos de cabeza, pero sigue ahí, como el soniquete de una canción que a veces nos queremos quitar de la cabeza pero no podemos. Pero al fin y al cabo es música, y son las canciones de mi vida, mi banda sonora, muy pocas veces original.

Y enlazo unas vidas con otras, todas mías, todas nuevas, frágiles al principio y robustas después. Y vuelta al estribillo, haciéndose hueco en la maraña de hilos que cruzan los pasajes de mis vivencias para darles sentido, para completarla, pero intentar al final de la última vida que me toque vivir, cuando ya no vuelva el estribillo, cuando se apague la música, que haya vivido una sola. Creo que con eso me conformo.

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