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17 noviembre 2006

ACOSO A LA LENGUA.


No se con quien puedo hablar. En otro momento hubiera recurrido a Arturín, pero ahora no puedo sino hacerle responsable de semejante dislate, no en vano es miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Recientemente se han hecho públicos parte de los términos que se incluirán en el nuevo diccionario, véase por ejemplo el palabro “zum”. Estoy consternado (¿habéis visto que fino estoy hoy?), y creo escuchar unos lamentos e improperios que proceden del Convento de Las Trinitarias, un tal Cervantes creo, que maldice en arameo. Haré penitencia, como español responsable del desatino. Iré al barrio de Las Letras de Madrid, y en la Calle Cervantes, esquina calle León, donde vivió y murió el autor de célebres obras de la literatura española, conversaré con él. No se si la magna losa, sobria, que informa sobre la morada del huésped, seguirá en su sitio o se habrá arrojado al suelo en un intento autolítico póstumo. Si la marea de anglicismos que abarrotaba nuestra lengua era chica, ahora traducimos de oído, fonéticamente dichos términos, encontrándonos con soberbias muestras de simpleza como el ya mencionado “zum”, el “baipás” y mi preferido, el paradigma de lo absurdo y la malsonancia, “bluyín”. Lo juro por mi palo de golf más preciado, ahora el vaquero de toda la vida, el típico tejano, se va a llamar también bluyín. Estupefacto. Estoy estupefacto. No quiero faltar hoy con exabruptos y palabras malsonantes a esta lengua bella y antigua que va camino de desaparecer entre nacionalismos, neo lenguas cibernéticas y otras gilipolleces. ¡Ups! Perdón, es que hay situaciones que no permiten remilgos. Vamos camino del ostracismo en todas las facetas del género humano, no solo nos arreamos entre nosotros, nos acuchillamos por la espalda por cuestiones banales y nos bajamos los pantalones en asuntos de honor, sino que erosionamos el mayor patrimonio que acompaña a las culturas, la lengua.

Quería mencionar, a colación del tsunami lingüístico al que asistimos cual turista con videocámara, en que hace un par de días leí una noticia en el periódico que nos informaba de que en Nueva Zelanda van a permitir a los zagales hacer el examen de selectividad con lenguaje de móvil. C’est a dire, que los nenes van a poder escribir tal que asín: ls gpys q ns gobnan vn camno d jdr tdo l q ns rdea (los gilipollas que nos gobiernan van camino de joder todo lo que nos rodea). Como en este país tendemos a adquirir para nuestro disfrute lo peor de los demás con una facilidad de asimilación que alucinas vecinas, pues tiempo al tiempo, ya me veo en el mercado de al lado de casa: kntos grms de trrjas x fvr, y no m mre asi q sy 1 kpull rjndo n neolngua sms ( quinientos gramos de torrijas por favor y no me mire así que soy un capullo rajando en neolengua para móviles).

Conmigo que no cuenten, me niego a lapidar lo único que tengo para expresar lo que me hace libre. Mi pensamiento, mis ideas no se sintetizan en anglicismos paletos y vacíos y menos cuando parecen traducidos por un pez bobo borracho. Seguiré hablando la lengua española, y resistiré en la trinchera del antiguo diccionario, abriendo las puertas a las mujeres y hablando de usted a las personas mayores, no por respeto ni educación, sino por fidelidad a las buenas costumbres y entre esas costumbres está el buen hablar. He dicho.

PD: Gracias Microsoft por subrayar en rojo todos los nuevos vocablos que la RAE ha tenido a bien dispersar por las páginas del diccionario. No pienso actualizarte nunca, lo juro.

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