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01 agosto 2006

CONTRA SIÓN, ¡ACCIÓN!


Ya estamos de güelta. La verdad es que tengo un poco abandonado el blog, si, en el último mes no he escrito nada en este pequeño diario que tanto me aporta. No ha sido por falta de ideas, sino por una mezcla de desidia e incapacidad mental transitoria. Pero de hoy no pasa.

Me hierve la sangre desde hace semanas por la brutal agresión del estado de Sión contra palestinos, libaneses y el mundo civilizado en general. Estoy harto de que todos tengamos una hipoteca vitalicia con esos genocidas integristas sionistas a cuenta del holocausto. Si señor, basta ya de tener que pedir perdón y de agachar la cabeza porque un fanático no menos nazi que Sharon o que el actual gobierno de Sión, diera boleto a seis millones de sus correligionarios. Aquello pasó, fue terrible, y la situación de la Europa de entonces no permitió poner freno a esa masacre. Punto. Ahora, los países civilizados, entre los que por supuesto no se encuentran los EE.UU, gobernado por ese ultraderechista cogido de los güevos por los poderosos lobbys sionistas, deben actuar, actuar con contundencia contra un país, artificial y antinatural, que está masacrando a sangre fría y de forma cobarde a cientos de mujeres y niños, mayores, civiles inocentes que nada tienen que ver, ni con los descerebrados asesinos de Hezbolá ni con los gobiernos de sus respectivos países, sedientos de sangre y poder. Es verdad que algún sionista inocente también palma, lo siento por igual, pero son los menos. Que no le extrañe a nadie que cada vez sean más los que alimentados por el odio ante la agresión gratuita, se alisten como futuros mártires de una causa estéril y demente, y se presten orgullosos a saltar por los aires en un mercado de Jerusalén, en un avión en Nueva York o en una discoteca en Bali, porque a decir verdad, cuando uno ve lo que el estado de Sión está haciendo con los palestinos y libaneses, con el beneplácito de los EE.UU y el silencio cobarde de Europa, le entran ganas de renegar se su condición de ser humano, de convertirse en un apátrida errante y marcharse donde no llegue la mano del hombre, que mucho me temo que a estas alturas de la involución queda muy, pero que muy lejos de aquí.

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