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04 marzo 2010

BROCHAZOS DE COLOR


Me siento tierno, así como un panecillo de pastelería. No es que me salga innato, que va, que quienes me conocen saben lo desagradable que puedo llegar a ser. En plan cansino. Pero en este momento me siento amoroso. La culpa la tiene un programa sobre personas dependientes que vi sin querer en la tele hace un par de días.

Una mujer invadida por el alzheimer. Bastante perjudicada, no hablaba, y lo que es peor, no miraba, veía pero no miraba. Ni una triste mirada que fijar en los ojos. Vacío. Y me embargó la pena, en plan rollo quiero abrazar a esa señora. Pero como la vida es perra pero los héroes clásicos han conseguido envainársela en cada lance con pasión y orgullo, para bien o para mal, vivan o mueran, pues esta buena mujer tenía a su fiel caballero convertido en escudero.

Su marido. Le dedicaba todo el día, desde el amanecer hasta el ocaso, noches incluidas, supervisando paseos dentro de la casa. Lejos de dejarla en un centro de día público o residencia, la llevaba tres horitas al día para que hiciera actividades a un centro especializado. Decía el amigo que es que en un centro de día estaba mucho tiempo, y que el quería estar con ella. Al fin y al cabo es lo único que ya podían hacer. Estar juntos. Tócate los güevos. Y el no va más apoteósico en plan me levanto del sofá y te hago un monumento, fue cuando el marido espetó con una sonrisa de oreja a oreja, a modo de justificación orgullosa: “Es un placer cuidar de ella. Por eso la elegí y ella me eligió a mi.”. Brutal.

Cuando la vida te come, te mata, te envilece y embrutece. Cuando parece que el ser humano está condenado al más profundo de los abismos. Cuando ya nos da hasta igual que en esta rifa cabrona nos salga el boleto premiado…en ese momento vemos a este hombre o a algún otro, que va dejando un rastro de dignidad que hace que queramos plantarnos ante la mierda que tenemos delante y decirle que no, que ya está bien, que vamos a pintar a brochazos del color que nos pete el gris con el que tiñen nuestro horizonte. Que vamos a sonreír, a besar y a gritar, que aún podemos marcarle un golazo a la vida, al destino o a lo que cojones nos dirijamos montados en nuestro frágil cascarón.

Gracias compadre, porque hoy he dado otro brochazo de color a mi vida.

1 comentario:

mundodechupitas dijo...

Cuando has tenido a una persona con esa enfermedad tan cerca, aprendes a distinguir con solo un vistazo a quienes la padecen de quienes tienen la suerte de evitarla. Y, aunque parezca una cursilada, mientras ellos no tienen que hacer ningún esfuerzo por olvidarse hasta de tu nombre, tu único afán diario es fijarte lo máximo posible para no olvidar en el futuro ni uno solo de los rasgos que observas en ellos, y para recordar siempre aquello que fueron y de lo que ya no queda nada. Pasar el mayor tiempo posible con la gente que quieres es la una manera de memorizarla de piés a cabeza.