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01 agosto 2007

SÍMBOLOS.


Estaba leyendo la noticia sobre ese dramón humano y social que significa que se obligue al gobierno vasco a poner la bandera española en la academia de la policía autonómica, cuando me he distraído con una banalidad del estilo “Canarias arde”. Como soy de prioridades, me he puesto a divagar sobre los símbolos, como el que nos ocupa en este caso. La bandera española. Me he permitido la licencia de buscar en el diccionario el significado de la palabra símbolo, y hete aquí que me encuentro:

(Del lat. simbŏlum, y este del gr. σύμβολον).
1. m. Representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada.

Y entonces me pongo a pensar en lo patéticos que resultamos todos. Por defecto o por exceso, y en ambos casos la mentalidad cerrada de la que hacemos gala, roza lo peligroso. Hay para todos los gustos. Los radicales anti símbolos, que a su vez suelen mostrar una aversión visceral hacia la bandera española, porque es franquista o no se qué. Impasible ignorancia a merced de los necios. También los hay que reniegan de la bandera española pese a hacer uso de innumerables símbolos propios, que van desde el club de ajedrez de Morata del Ridruejo hasta el escudo heráldico de la familia asentada en las tierras patrias (que no son España) desde los tiempos del César. Cuanto más pequeño es el municipio, región o autonomía en cuestión, más patriotas.

Esto me lleva a pensar en el verdadero peligro de los símbolos y como su uso indebido puede fomentar posturas extremistas amparadas en discursos demagógicos vacíos de contenido. Si a esto le sumamos lo sencillo del mensaje que transmite el símbolo en cuestión y la fácil adhesión al mismo, nos encontramos con un caldo de cultivo peligroso en manos de según quien caiga el ánimo de perversión.

Total, que en base a la definición que nos brinda la RAE acerca del término símbolo, unido al hecho de vivir en un país concreto, me parece correcto que la bandera española ondee en los edificios públicos de esta nuestra especie de nación, sin excesos pero sin complejos. Y en la academia de la policía autonómica vasca también.

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