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22 junio 2006

SOBRE HORMIGAS Y OTRAS DISQUISICIONES.


Acabo de matar una hormiga. Justo cuando le he puesto mi pie encima me he preguntado porqué lo he hecho. Parece una estupidez propia de alguien con mucho tiempo libre, y a decir verdad lo es. Era pequeña, diminuta, lo que viene a ser una hormiga. Probablemente iba a lo suyo, a por algo de comida (más que nada por la hora) para comer en familia y echarse una placentera siesta una vez terminada la agradable sobremesa a la sombra del hormiguero. Quizás tuviera planes para esta tarde, no se, ir de aventura a alguna maceta próxima, o a recoger las migas que dejan los niños después de la merienda en el parque. Teniendo en cuenta que están terminando las clases, esta noche hubiera quedado con sus amiguetes, noche de verano, mañana San Juan. ¿Saltarán las hormigas la hoguera? Prefiero pensar que no, porque entonces a ésta le he jodido el plan. Que mal rollo. A ver quien le dice ahora a mamá y papá hormiga que un energúmeno con pintas ha aplastado a su hijita porqué si, gratis. No se que me ha pasado, me he dejado llevar por un arranque de violencia inusitada y he pisoteado a la pobre hormiga. ¿Y si me he cargado a una hormiga predestinada a hacer algo grande? No se, un Nóbel de la medicina de las hormigas o algo así. A lo mejor despuntaba en algún deporte, lanzamiento de martillo o ajedrez. Quizás era la sucesora de mi admirada Hormiga Atómica… Bueno, he pisado una hormiga, ya está, seguro que vendrán otras generaciones a ocupar su lugar (aunque a tenor del tamaño, creo que las nuevas generaciones era ella). Miraré si todavía estás pegada a la suela de mi playera; en cualquier caso espero que no hayas sufrido. Ciao bonita.

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