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10 febrero 2011

MI PRIMER DÍA EN EL GIMNASIO (PARTE 1)


Ayer empecé el gimnasio. Si, ya lo se, os tenía que haber contado que me había apuntado, pero a decir verdad lo llevaba con un poco de vergüenza. Uno tiene su reputación y antes de mandarla a paseo hay que reflexionar un poco.

Total que me apunté hace tres días. Camino del gimnasio me paré en la calle, y me pregunté a mí mismo si ésto era lo que yo quería. Si de verdad quería sufrir innecesariamente todas las semanas a cambio de una vida más larga. Por un momento pensé en que me compensaba mi fantástica vida sedentaria a cambio de pillar sitio para el otro barrio unos años antes. Pero me apunté.

Rebuscando entre mis cosas encontré algo parecido a ese calzado que se usa para hacer ejercicio, zapatillas creo que se llaman, y unos pantalones cortos, así como de esos que ceden un poquito si levantas la pierna. Como de shandal… pero sin ser un shandal que yo no me calzo eso ni para ir al gimnasio. Bendito síndrome de Diógenes, me ha servido para recuperar mi material deportivo de cuando iba al colegio…

Total que ayer empecé.

- ¿Que quieres hacer?- me dijo muy amable el chaval del gimnasio.

El gilipollas, pensé, ¿no es evidente? Pero ¿no has visto las pintas que llevo joder? Que hasta le cogí la mochililla a mi hijo para bajarme las llaves de casa y una toalla. Hombre claro, una toalla. No para secarme el sudor que eso me la trae al fresco, sino para ponerla, así con dos deditos, encima de los bancos antes de ponerme encima, que no es plan de ir compartiendo sudores por ahí…

El caso es que el chaval majo me miraba a los ojos con cara de “a ver cuanto le doy a este para la porra de abandonos…”. Bueno alternaba mis ojos con el escote de la chica que estaba a mi lado pero más o menos me transmitió eso.

Oye, maravilloso. Como la cinta de correr estaba ocupada, me puse a hacer remo en una maquina extraña (ni había remos, ni era una barca, que sin entender yo mucho sugeriría que le dieran forma de chalupa y la pusieran en una bañera, que el ambiente siempre ayuda) y al cabo de diez minutos y un desprendimiento de hombros la puta maquina extraña marcaba que había perdido 6,7 calorías. Cojonudo. Calculo que si voy todos los días de aquí a verano y juego a remar diez minutos al día quemaré las mismas calorías que me aporta una sola ración de bravas. ¿y esto la gente lo hace de verdad a gusto? Y lo es más ¿son felices?.

Pero yo no desisto. No, no y no. Y me pongo a hacer máquinas, yeah….con mi toalla entre tanto pavo fornido que levanta pesas del tamaño de mi coche. Y yo, tranquilamente y con mi dignidad sin mancillar porqué sabiendo a donde iba la dejé en casa (además no me entraba en la mini mochila de mi vástago, no porque tenga mucha sino porqué la mochila es muy pequeña) cojo una mancuerna, le pongo un discazo, de digamos, dos kilazos y me pongo ahí dale que te pego a hacer series. Una cosa que me encanta es que las salas de máquinas de los gimnasios están llenas de espejos, y el caso es que te acabas mirando ahí bracito para arriba, bracito para abajo. Los tíos que me rodean están tan cachas que yo creo que si se miran se ponen cachondos.



(Continuará...)

2 comentarios:

jairo F.Quindós dijo...

jijijijijiji, turula no desistas madre mia lo mejor es no comer por que vaya desconpensacion de calorias entre ejercicio y el sabor de unas bravas.

Jorgemora dijo...

Esto del gimnasio dará mucho juego en el blog X-D