SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

15 junio 2009

INFAME SALA DE TRÁNSITO HACIA NINGÚN LUGAR.


Podría ser un polideportivo. Las grandes teselas azules de la entrada darían cierta sensación de frescor si no fuera por el sol que cae a plomo sobre Madrid. Y por lo sórdido de su fin. Estoy en la puerta del CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros). El sofoco de la entrada acompaña en consonancia con la angustia de los que allí esperan. Familiares y amigos de los reclusos (la administración y sus represores vericuetos les han convertido en convictos sin causa) esperan horas a poder pasar para mantener un breve contacto visual de cinco miserables minutos. Cada día se acercan a este complejo amarillo, enrejado (las rejas que dan al exterior han sido decorosamente disimuladas con planchas de acero azul, todo muy estético) los familiares y amigos con la incertidumbre de no saber si sus seres queridos siguen allí o si la maquinaria vomitiva les ha expulsado con nocturnidad y sin ninguna vergüenza.

A. me cuenta que hace siete días le pidió a su pareja, W. si podía bajar a por queso. Eran las once de la noche. No le ha vuelto a ver. Pasaron veinticuatro horas antes de que un abogado de oficio la llamara para informarle de la detención de su chico. ¿El delito? Ninguno. ¿El fallo? No tener los papeles en regla. ¿Resultado? Cuarenta días de internamiento como máximo con la posibilidad de ser expulsado de este nuestro estado de bienestar en cualquier momento. A. se lamenta. Dice que es su culpa, por mandarle a por el queso. Le digo que no, que ese día fue el queso, pero al siguiente hubiera sido el pan, o unas aspirinas, o un paseo en pareja, como le gusta hacer a la gente, como nos gusta vivir en el ejercicio de nuestras libertades, haciendo nada más que eso, lo normal.

Una mujer grita que a su pareja será probablemente deportado esta noche. Si no fuera así el lunes saldría libre, con carta de expulsión pero libre. Que vergüenza da hablar con estos términos cuando no hay delito de por medio, cuando las administraciones arremeten con desprecio contra el diferente. UN papel. Un solo papel como salvo conducto para poder salir a la calle a tomar un café, a llevar a los niños al parque, un salvo conducto para poder vivir sin miedo. Queremos pincharles su burbuja, esa burbuja que un día llenaron de ilusión, sacrificio, lealtad y entrega y en ella embarcaron para tener un futuro mejor, el suyo, el de sus padres e hijos. Y eligieron sufrir lejos de casa, respirar dentro de esa burbuja, para que los suyos inflaran la suya. Y nosotros se la pinchamos. Mientras, los hijos del que es posible se encuentre en Marruecos cuando escribo esto, corretean en el patio del CIE. Son pequeños y no entienden lo que pasa. Eso que se ahorran, porque yo tampoco soy capaz de entender el porqué de esta vergüenza institucionalizada, y no soy niño, ya no, y me cuesta asimilar la angustia que me genera.

El policía de la puerta grita números con un desprecio difícil de digerir. Es un chaval joven. No es mayor que yo, pero se viste con unos aires que no le entran en el uniforme, ese uniforme con el que imparte miedo y una doctrina que ni conoce ni ganas tiene de conocer. Trata con brusquedad a las personas allí congregadas. Si este tipo habla sin ningún disimulo así a los de fuera como tratarán a los de dentro. Noticias se tienen de malos tratos, humillaciones y racismo entre los muros de esa enorme e indecente sala de tránsito.

Es por ello que es responsabilidad de todos pedir que se cierre semejantes centros de ignominia y castigo, porque no se puede castigar por nada, y aún cuando se deba hacerlo, se debe hacer con respeto y consideración. No se como va a acabar esto, como no saben los internos del CIE cual será su destino, pero de momento hay que hacer lo que podamos, juntos. Manifestarse en contra de la ley de extranjería es un primer paso, así que…



MANIFESTACIÓN CONTRA LA LEY DE EXTRANJERÍA

SÁBADO 20 DE JUNIO A LAS 20H

Lugar: PLAZA DE ALUCHE

1 comentario:

mundodechupitas dijo...

Me repugna formar parte de algo así. Siempre pienso, que algún día, nuestros hijos nos mirarán con cien años de distancia en los ojos, aunque apenas nos llevemos treinta, culpándonos por haberles dejado en herencia un mundo taaaaan retrasado y tan incomprensible.