Ya está abuela. Marchaste. Arriaste las velas no sin antes despedirte de todos nosotros. Han sido unos últimos días duros para ti, pero ya descansas. Quería dedicarte algo, decirte lo mucho que te echaremos de menos, pero no se si voy a poder. Anoche decidiste que se acabó, que después de una vida íntegra ya no era cuestión de estar pasándolo mal. Y tienes razón. Ahí queda eso, quedamos nosotros para recordarte, que es lo más bonito que le puede ocurrir a una persona. Te recordaremos con mucho cariño, sabes que te queremos mucho, allá donde estés, lo verás y volverás a decir lo que pudiste decirnos ayer por la tarde al vernos a todos a tu alrededor “como queréis a vuestra abuelita”. Claro que si abuela.
Hace ahora un año te escribí una carta. Te dije lo mucho que me acordaba de las tardes de domingo en tu casa. De como añoro ese bocadillo de jamón con el trinaranjus de naranja. De cómo guardabas el pan duro para que se lo lleváramos a los patos, al parque. Se me abarrotan los recuerdos, como flechas de memoria que me quieren decir algo. Me acuerdo del día que te pasé en altura, yo aún pequeño. La ilusión que me hizo… Ahora me queda tu recuerdo, la satisfacción de saber que has tenido la mejor despedida de las posibles. Embarcaste y todos te acompañamos hasta el final. Como debe ser.
Hace un año te dije también que conocerías a Daniel, tu primer y único bisnieto. Y le conociste. El martes te pudiste despedir de él. Le tuviste al lado y pudiste ver lo trasto que está hecho, si le dejamos te quita la máscara del oxígeno… ¡Como te cambió la cara cuando llegamos a casa! Ni oxígeno ni nada, lo que te espabiló el martes fue el enano, poder verlo, aunque tú ya sabías que sería la última vez, pero pudiste disfrutar de él. Yo le hablaré de ti abuela. Le contaré todos esos recuerdos que me quedan. Le contaré como fuiste una gran abuela, la fuerza que demostraste en tus últimos días, como una castellana recia no se rinde ante la adversidad, como tu corazón aguantó hasta decirnos adiós a todos.
No puedo decir más. Probablemente no sea un escrito coherente, seguro que no he dicho todo lo que me gustaría, pero te quería decir que te quiero, que me alegro que hayas marchado en paz, que mañana te llevaremos con el abuelo, como querías, para que descanses con él, para siempre.
Hace ahora un año te escribí una carta. Te dije lo mucho que me acordaba de las tardes de domingo en tu casa. De como añoro ese bocadillo de jamón con el trinaranjus de naranja. De cómo guardabas el pan duro para que se lo lleváramos a los patos, al parque. Se me abarrotan los recuerdos, como flechas de memoria que me quieren decir algo. Me acuerdo del día que te pasé en altura, yo aún pequeño. La ilusión que me hizo… Ahora me queda tu recuerdo, la satisfacción de saber que has tenido la mejor despedida de las posibles. Embarcaste y todos te acompañamos hasta el final. Como debe ser.
Hace un año te dije también que conocerías a Daniel, tu primer y único bisnieto. Y le conociste. El martes te pudiste despedir de él. Le tuviste al lado y pudiste ver lo trasto que está hecho, si le dejamos te quita la máscara del oxígeno… ¡Como te cambió la cara cuando llegamos a casa! Ni oxígeno ni nada, lo que te espabiló el martes fue el enano, poder verlo, aunque tú ya sabías que sería la última vez, pero pudiste disfrutar de él. Yo le hablaré de ti abuela. Le contaré todos esos recuerdos que me quedan. Le contaré como fuiste una gran abuela, la fuerza que demostraste en tus últimos días, como una castellana recia no se rinde ante la adversidad, como tu corazón aguantó hasta decirnos adiós a todos.
No puedo decir más. Probablemente no sea un escrito coherente, seguro que no he dicho todo lo que me gustaría, pero te quería decir que te quiero, que me alegro que hayas marchado en paz, que mañana te llevaremos con el abuelo, como querías, para que descanses con él, para siempre.
Muchos besos Abuela, te quiero.