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20 octubre 2006

NO AL SHANDAL.


Estaba el otro día leyendo a Arturín cunado me topé con un artículo que me hizo recordar un tema que llevaba mucho tiempo rondándome la testa. Se trata del shandal. Si, esa prenda deportiva que se ha hecho extensible a lo cotidiano, que lo mismo sirve para hacer pilates (nunca he sabido muy bien que es eso pero creo que está muy de moda) que para ir a pasear los domingos por la mañana con toda la prole. Aún a riesgo de parecer elitista, clasista y todos los demás -istas que se os ocurra, debo decir, y digo, públicamente hoy aquí, que el uso polivalente de semejante indumentaria me parece una horterada supina, solo comparable a los nuevos nombres con los que se condena a los niños de este país, ¿verdad Jenny?

Convendréis conmigo que cada cosa tiene un fin, y si está muy bien eso de ser creativo, alternativo y superchuliguaydelamuerte eso no implica que se pueda o se deba uno saltar los principios básicos de la estética. El shandal es un chándal para hacer deporte, ejercicio, y como tal debe ser usado. ¿Os imagináis a un servidor haciendo la compra en el Carrefour con mi culote de ciclista? Hay hijos, es que estoy comodísimo, con ese pañal sosteniéndome los argumentos y esa lycra embutiendo mis muslitos. ¡Que tipín! O mejor, ¿se imaginan a un musculitos haciendo footing por el retiro en vaqueros, camisa y zapatos?, pues a eso me refiero, que cada cosa en su sitio y todos contentos. Necesidad tengo yo de ver a pandillas de pedomoteros macarras, con sus shandals y sus viseritas en ángulos extraños, o a esos señores que lo máximo que se han acercado al ejercicio físico es a través del pay per view de los domingos para ver el partido de fútbol de turno. Éstos últimos tienen una distinción, la guinda, el paroxismo de lo hortera, ya que rizan el rizo y no solo nos aturden con su pantalón de shandal, sino que encima nos atormentan con la camiseta del equipo de furgol de turno. Hay que joderse, y luego se critica a los que llevan los pantalones de tiro bajo, cuando son galanes de cine al lado de semejante mal gusto, horterada y falta de estilo.

El argumento principal de los partidarios de semejante ordinariez es decir que es una prenda cómoda. También lo es ir en pelotas, y a dios pongo por testigo si digo que no falto a la verdad cuando afirmo que me encantaría hacerlo, pero uno debe respetar ciertas normas, por aquello de no atentar contra la estética urbana, como los chirimbolos de Álvarez del Manzano. Así que por favor, ya se que cuando uno es un hortera profesional es difícil dejarlo, pero yo os animo a que abandonéis el camino del mal gusto y os unáis a la gente de bien, y como soy un tío benevolente os doy una pistilla para que no os machaque mucho el mono, que yo se que eso de ser hortera tira; podéis llevar en vuestro emepetrés de última generación los grandes éxitos de Camela, y así, solos, sin joder la pava y evitando que se me atraviese el bocata en la glotis, os extasiáis a gusto con vuestras melodías preferidas, que esa es otra que ya se tratará en el futuro. Digo.

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