Morirse de golpe, así plás, sin previo aviso, es una putada. Yo a veces me he imaginado lo que haría si supiera que ya estaba llegando al túnel ese, a las luces y a ver mi vida pasar en imágenes. Primero me hundiría en una profunda tristeza, llanto, llanto y todo eso, pero después me gustaría hacer cosas que siempre le quedan a uno pendientes. Todo el mundo tendría que tener derecho a cerrar esas puertas, a saldar las deudas que tenga con la vida, porque ésta es una apuesta continua, y a uno no pueden retirarle de la mesa así sin más, de golpe. Tenemos que escuchar el “no va más” y tener un tiempo para hacer las cosas que uno sienta que debe o quiere, igual que dejamos la casa ordenada cuando nos vamos de vacaciones. Yo tendría que ir a determinadas personas a decirles que las quiero, que las quiero más de lo que jamás hayan imaginado, y que ha sido un placer navegar con ellos, pese a las tormentas, los golpes de mar y el asalto de los piratas, y que me volvería a enrolar sin dudarlo en la misma nave, con la misma tripulación. Tendría que decirles lo que ahora no sé, por no tener huevos, supongo, o por vergüenza. El caso es que les miraría a la cara y les diría lo que han significado para mí, que siento de veras el dolor que les pude infligir, no porque me vaya de cabeza al backstage de la vida, sino porque quiero dejar las cosas bien hechas. Por otro lado no está mal la cosa, porque visto mi futuro inmediato fijo que me perdonaban.
No iban a ser todo moñerías afectivo sentimentales, que va. Unos cuantos iban a cagarse por la pata. Porque también hay personas a las que nunca les he dicho lo que pienso del todo, igualmente por falta de huevos o por vergüenza y en este caso también por educación, que así me han enseñado. A esos me iba a plantar delante de ellos y con todo el cuajo les diría cuatro cosas, y si te jode me la repanfinfla porque ha salido mi número colega y ahí me las den, esta vez gano yo. Además, como los otros, visto que voy a palmar en breve no creo que me lo tuvieran muy en cuenta.
Todo esto viene a cuento de los que se han matado en el accidente de bus de esta pasada madrugada, pero podría ser por los treinta que se dejan la vida, la suya y la de los que les quieren, en la carretera todos los fines de semana. Me vienen a la mente esos niños, sobre los cuales ya escribí en su momento, y que también se montaron en un autobús maldito, o ese obrero que se pira al tajo a las seis de la mañana sin despedirse de su enano por no despertarle y un palé de ladrillos le deja tieso después del bocata. Porque la vida es traicionera y tiene cambios de rasante que uno no se espera, y el número de la papeleta lo llevamos de serie, y el día que sale, ya no podremos ordenar nuestras tareas pendientes. Y nadie les dijo "no va más". Va por todos ellos, y por los que vendrán, o se irán, y dejarán aquí muchas cosas sin hacer, palabras sin decir, besos sin entregar y collejas que repartir.
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