Tengo a mi hermana pequeña en pie de guerra. No le ha gustado nada el calificativo de post adolescente que le dediqué el otro día. Me recibió en casa con un sonoro “Pero Igna, Jo, ¿así que post adolescente no?”. Así sin más la frase no tiene mucho sentido, pero es que hay dos situaciones en los que una joven en la flor de la vida se evapora en el espacio sideral y pierde sus capacidades sociales, entre las cuales se incluye el habla coherente.
La primera es cuando van de compras, momento muy curioso sociologicamente hablando, ya que son capaces de abandonar a su suerte a su grupo familiar, los cuales, ignorantes sobre los efectos de este fenómeno esquizoide, no saben como actuar y solo pueden ver como su encantadora hija-hermana se aleja mimetizándose con sus iguales. Y a sus iguales quería yo llegar, porque la falta de apego por su grupo familiar es inversamente proporcional al que profesan a sus amigas de manada. Cuando se van de compras, además de hablar un lenguaje extraño, ese que se utiliza en las guerrillas, codificado, pensado para llevar a cabo las acciones más arriesgadas entre mostradores, perchas y probadores, se mueven con una agilidad pasmosa y son capaces de hacer desaparecer sus extremidades superiores bajo una cortina de bolsas de colores con todo tipo de logos y marcas. Están en su terreno, se sienten poderosas, ellas tienen el control.
La segunda situación en la que salta por los aires cualquier lógica dialéctica y social es cuando se sienten vilipendiadas. ¡Todos a las trincheras! Una pre-post adolescente mosqueada tiene más peligro que Bin Laden en un Congreso Republicano. El conjunto de explicaciones y razonamientos ilógicos está fuertemente protegido por un muro de resignación impenetrable el cual es imposible franquear sin ser disparado por una ráfaga de “o sea me parece muy fuerte…”. Y hasta ahí se puede llegar, uno se queda inevitablemente en el meparecemuyfuerte con la sensación de haber perdido una batalla, la guerra y cualquier atisbo de hacer entrar en razón a la pequeña leona en pie de guerra. Una vez más has penetrado en su terreno, y dicho mal y pronto, estás jodido.
Quiero hacer una mención especial a los principales damnificados de estas etapas de vida de las chicas pre-post adolescentes. Porque los padres y hermanos lo sufrimos pero no nos queda otra, vienen en el pack familiar. Pero ellos, los verdaderos héroes en la sombra, son los novios. Eso si que tiene mérito. Lo hacen por puro placer, o dolor, o yo que se que es lo que lleva a un tío a lidiar con una de estas leonas desgreñadas. Pero lo hacen, en un ejercicio de fe cristiana más allá de lo concebible, consiguen hacer unos pases de capote con ellas, o por lo menos, que no es poco, salir de la plaza con las menos banderillas posibles clavadas en los lomos.
Mi hermana pequeña es una tía encantadora, en plan de esas simpáticas, estudiosas, de las que tienen tiempo para salir, trabajar y sacar unas notazas de las que a mi, ser humano no reconocido precisamente por mis logros académicos (¿verdad papá?), me hacen potar. Tiene la tontuna propia de la edad, pero ya se le pasará, espero. Me lo paso muy bien con ella, compartiendo esos momentos cool y ¡arg! entre asuntos frívolos y otros que no lo son. Me reitero en su condición de post adolescente, pero también digo que es una tía que merece la pena, y mucho.
Besitos mi pequeño parásito.
La primera es cuando van de compras, momento muy curioso sociologicamente hablando, ya que son capaces de abandonar a su suerte a su grupo familiar, los cuales, ignorantes sobre los efectos de este fenómeno esquizoide, no saben como actuar y solo pueden ver como su encantadora hija-hermana se aleja mimetizándose con sus iguales. Y a sus iguales quería yo llegar, porque la falta de apego por su grupo familiar es inversamente proporcional al que profesan a sus amigas de manada. Cuando se van de compras, además de hablar un lenguaje extraño, ese que se utiliza en las guerrillas, codificado, pensado para llevar a cabo las acciones más arriesgadas entre mostradores, perchas y probadores, se mueven con una agilidad pasmosa y son capaces de hacer desaparecer sus extremidades superiores bajo una cortina de bolsas de colores con todo tipo de logos y marcas. Están en su terreno, se sienten poderosas, ellas tienen el control.
La segunda situación en la que salta por los aires cualquier lógica dialéctica y social es cuando se sienten vilipendiadas. ¡Todos a las trincheras! Una pre-post adolescente mosqueada tiene más peligro que Bin Laden en un Congreso Republicano. El conjunto de explicaciones y razonamientos ilógicos está fuertemente protegido por un muro de resignación impenetrable el cual es imposible franquear sin ser disparado por una ráfaga de “o sea me parece muy fuerte…”. Y hasta ahí se puede llegar, uno se queda inevitablemente en el meparecemuyfuerte con la sensación de haber perdido una batalla, la guerra y cualquier atisbo de hacer entrar en razón a la pequeña leona en pie de guerra. Una vez más has penetrado en su terreno, y dicho mal y pronto, estás jodido.
Quiero hacer una mención especial a los principales damnificados de estas etapas de vida de las chicas pre-post adolescentes. Porque los padres y hermanos lo sufrimos pero no nos queda otra, vienen en el pack familiar. Pero ellos, los verdaderos héroes en la sombra, son los novios. Eso si que tiene mérito. Lo hacen por puro placer, o dolor, o yo que se que es lo que lleva a un tío a lidiar con una de estas leonas desgreñadas. Pero lo hacen, en un ejercicio de fe cristiana más allá de lo concebible, consiguen hacer unos pases de capote con ellas, o por lo menos, que no es poco, salir de la plaza con las menos banderillas posibles clavadas en los lomos.
Mi hermana pequeña es una tía encantadora, en plan de esas simpáticas, estudiosas, de las que tienen tiempo para salir, trabajar y sacar unas notazas de las que a mi, ser humano no reconocido precisamente por mis logros académicos (¿verdad papá?), me hacen potar. Tiene la tontuna propia de la edad, pero ya se le pasará, espero. Me lo paso muy bien con ella, compartiendo esos momentos cool y ¡arg! entre asuntos frívolos y otros que no lo son. Me reitero en su condición de post adolescente, pero también digo que es una tía que merece la pena, y mucho.
Besitos mi pequeño parásito.
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