Dejando al margen a esos asesinos cara dura que escudan sus miserias y frustraciones personales tras un manto de supuesto amor, me gustaría hacer una reflexión acerca del asesinato de una mujer, ayer, a manos de su marido. Un hombre, ya anciano ha matado a su esposa, que padecía alzheimer porque temía que ésta se quedara sola sin nadie que la atendiera, o por lo menos sin nadie que la atendiera tan bien como hacía él. Quien se presuponga con la autoridad moral suficiente para juzgar ésto que tire la primera piedra. Salvo el club de feministas depravas en pie de guerra, que querrán quemar en la hoguera al anciano en cuestión, supongo que en la mayoría de la gente normal este suceso habrá provocado una sensación a mitad de camino entre la pena y la incomprensión. La pareja tenía hijos. ¿Porqué pensó el señor que su mujer no quedaría atendida? En Santiago de Compostela, donde ocurrieron los hechos, la red de servicios sociales procurará asistencia domiciliaria y de otro tipo a familias que vivan este tipo de situación ¿Consideraría el marido de la víctima que ese atención no sería suficiente?
De entrada uno piensa que en algo estamos fallando. También es verdad que la personalidad individual es muy severa con según que mentalidad, y en las personas mayores a veces supone una barrera considerable a la hora de aplicar el proceso de intervención social. Hay situaciones imprevisibles que ni la administración ni las propias familias pueden prever, salta el chispazo, se le cruzan a uno los cables, y por amor, por tirria o por lo que a cada uno le pete hace una barbaridad. No hay que darle más vueltas, estas cosas pasan y seguirán pasando.
En el caso de esta pareja de ancianos, la supuesta motivación del presunto homicida, sin precedentes de malos tratos y con una relación de los más normal con su esposa, según relatan los vecinos, si que debe suponer un revulsivo para las administraciones a la hora de atender a las personas mayores. Dar una buena atención no es obligarles a disponer de una asistencia domiciliaria que rechazan, en algunos casos si es muy precisa, ni hacerles cambiar según que hábitos. Una parte esencial en un proceso de ayuda es que la persona a la que va dirigida la actuación sepa de los recursos que dispone, y sobretodo, que sepa que sí que hay personas que se preocupan por su bienestar, que están pendientes de su desarrollo personal y que a ellas pueden acudir como apoyo cuando les surjan determinadas dificultades en su vida diaria. ¿Tenía este anciano ese conocimiento? ¿Sabía que su mujer estaría atendida en buena condiciones si él faltara?
Yo que trabajo en estos temas me hago otra pregunta ¿realmente estaría bien atendida la mujer de haber faltado su marido? ¿Hacemos todos los esfuerzos a nuestro alcance para solventar estas situaciones de crisis que se plantean en la vida de las personas? ¿En que escala de prioridad se encuentran las políticas sociales para los gobiernos de turno, ya sean a nivel nacional, autonómico o local? No se realmente que es lo que movió a este anciano a matar a su mujer, pero una sociedad en la que se mata por amor, es una sociedad enferma.
Nos toca trabajar duro.
De entrada uno piensa que en algo estamos fallando. También es verdad que la personalidad individual es muy severa con según que mentalidad, y en las personas mayores a veces supone una barrera considerable a la hora de aplicar el proceso de intervención social. Hay situaciones imprevisibles que ni la administración ni las propias familias pueden prever, salta el chispazo, se le cruzan a uno los cables, y por amor, por tirria o por lo que a cada uno le pete hace una barbaridad. No hay que darle más vueltas, estas cosas pasan y seguirán pasando.
En el caso de esta pareja de ancianos, la supuesta motivación del presunto homicida, sin precedentes de malos tratos y con una relación de los más normal con su esposa, según relatan los vecinos, si que debe suponer un revulsivo para las administraciones a la hora de atender a las personas mayores. Dar una buena atención no es obligarles a disponer de una asistencia domiciliaria que rechazan, en algunos casos si es muy precisa, ni hacerles cambiar según que hábitos. Una parte esencial en un proceso de ayuda es que la persona a la que va dirigida la actuación sepa de los recursos que dispone, y sobretodo, que sepa que sí que hay personas que se preocupan por su bienestar, que están pendientes de su desarrollo personal y que a ellas pueden acudir como apoyo cuando les surjan determinadas dificultades en su vida diaria. ¿Tenía este anciano ese conocimiento? ¿Sabía que su mujer estaría atendida en buena condiciones si él faltara?
Yo que trabajo en estos temas me hago otra pregunta ¿realmente estaría bien atendida la mujer de haber faltado su marido? ¿Hacemos todos los esfuerzos a nuestro alcance para solventar estas situaciones de crisis que se plantean en la vida de las personas? ¿En que escala de prioridad se encuentran las políticas sociales para los gobiernos de turno, ya sean a nivel nacional, autonómico o local? No se realmente que es lo que movió a este anciano a matar a su mujer, pero una sociedad en la que se mata por amor, es una sociedad enferma.
Nos toca trabajar duro.
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