SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

08 febrero 2007

ESOS AÑOS DE COLEGIO.


Me cago en todos los años de colegio. Así. Las matemáticas, salvo lo básico, no me han servido para nada, porque aquí en lo social el rollito ecuaciones y derivadas no se estila mucho. La geografía de mis libros escolares es hoy por hoy una idea utópica, que pasará de los libros de geografía a los de historia, porque los ríos se secan, los pantanos desaparecen y las placas terrestres se tambalean más que los edificios del Carmel. La historia siempre me ha dado risa, dependiendo del ministro de educación del ramo, nos han enseñado si somos buenos o malos, regular, o merecedores de pescozón. Creo que hasta la gimnasia de entonces ya no sirve. Amén.

Me guardo en el recuerdo esa profesora de literatura que se rascaba las piernas con los pies habiéndose quitado previamente los zapatos (¡arg!), o esa profesora de inglés que de pequeño me tenía enamorado, amor que se esfumó el día que les dijo a mis padres la peor frase que se puede decir de un alumno “si el niño es listo, pero es que no estudia”. Su estatus cambió radicalmente. Pasó de ser mi A.P (Amor Platónico) a mi C.D.C (Cacho de Cabrona). Por no mencionar a ese profesor de filosofía de COU que a parte de cura, era un altanero, soberbio, mal educado y un pelín chuleta. Bueno, y gilipollas un ratito también, pero ese el menor de sus defectos.

Oye, que me estoy dando cuenta que me produce una felicidad infinita poder decir todas estas cosas sin miedo a las repercusiones sobre mi expediente académico, el cual tampoco podía caer mucho más bajo siendo sincero, ya no me pueden hacer nada, ¡qué bueno! Pues aprovecho para decir a Don Carlos y a los dos Don Ángel que eran unos cabronazos con las mismas nociones pedagógicas que George Borracho Bush, que nunca cayeron bien a nadie, que sus métodos eran propios de la gestapo nazi y que, y que, y que….que se vayan a la mierda. Je. Además a Don Ángel hoy en día le habría abierto un expediente del quince; aún le recuerdo fumándose unos puros enormes mientras hacía pis al lado de sus alumnos (en el servicio, por supuesto) con su figura cadavérica mirando al frente. El padre Rayo, dominico aficionado a las bebidas graduadas, le daba por enmendar los suspensos a base de reglazos. Con dos cojones. Pocos días después de recibir las notas, él, interrumpía una clase al azar y pasaba revista a las notas de los alumnos. El jueguecito sádico iba así: un suspenso, un reglazo en la palma de la mano. Ay si le pillara ahora… se iba a tragar la regla, que digo la regla, se iba a tragar la cinta métrica utilizada para trazar el metro norte. Os podéis hacer a la idea del mal rollo. Primero entregar las notas a papá y mamá, telita. Y después esperar a que el representante del todo poderoso pasase con su regla a rendir cuentas con los pecadores académicos. Y yo era de los buenos, de los buenos pecadores me refiero.

Pues vaya, parece que mis recuerdos escolares no son de esos que pasarán a la historia entre pétalos de flores y olor a azahar. Pero todo ello, igual que todas las personas con las que me he cruzado, dentro y fuera del colegio, me han aportado algo, así he llegado hasta aquí, así sigo, y así seguiré caminando. A lo mejor el colegio me aportó mucho más de lo que creo, a lo mejor no se trata de saber donde está el Mulhacen, o quien escribió el Lazarillo de Tormes (je), a lo mejor la escuela te da unas bases mucho más genéricas que el propio contenido de las materias, y forjan el carácter de las personas, que más adelante se enfrentarán a la vida de verdad, esa vida que se disfruta mucho pero que a ratos acojona un güevo.

Pues andaba yo hoy recordando todo esto a cuento de lo de la revocación del magistrado del Constitucional. Y os preguntareis que qué coño tendrá que ver una cosa con otra, pues no lo se, pero me ha salido así.

No hay comentarios: