SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

21 marzo 2007

TRABAJO Y DIGNIDAD.


Cuando la ignorancia y la indecencia se hacen con cargos de responsabilidad en nuestra sociedad, la gente de bien anda lista de papeles. Vivo en mis carnes el despotismo infame de la persona más soez, inculta, altanera e irresponsable (por poner unos cuantos ejemplos) desde hace ya muchos años. Lo malo no es la conducta indigna que tiene hacia los que la rodeamos y en definitiva dependemos de ella, lo peor es que nuestro jornal y el de nuestras familias dependen de su libre albedrío, y éste se mueve cual veleta en función de los golpes que sepamos encajar. Si nos arrastramos a sus pies, aprobamos y apoyamos sus desmanes diarios, encajamos los estoques a nuestra dignidad como trabajadores, o lo que es peor, como personas, y no rechistamos, entonces viento en popa a toda vela.

Lo temible es que hay gente así que ocupa cargos públicos, con responsabilidades ciudadanas, con sueldos estratosféricos y con una capacidad de acción que ya querrían para si muchos presidentes del gobierno. Suelen estar instalados en pequeños municipios, manejar un presupuesto municipal de área nada desdeñable, y encontrar en la connivencia de la oposición su mejor refugio, hoy por ti, mañana por mi, compadre.

En el caso que nos ocupa, se puede decir que reúne todos los requisitos anteriormente descritos, pero además se comporta como una cacique medieval, dispone de la gente a cambio de favores, y suele ir rodeada de una panda de indeseables a los que maneja a su antojo a cambio de resguardarles bajo un manto invisible y fantasma, son sus hombres de honor, son unos comemierdas, que tarde o temprano terminan defenestrados, en la cuneta, sin oficio ni beneficio. Lo he visto con mis ojos, y nunca, nunca, me han dado pena, porque ya lo dice el refranero español, quien siembra vientos...

Nos trata mal. Tampoco se puede decir más. Lo que pasa es que un contrato temporal y un gasto mensual de hipoteca, alquiler, guardería, comida para el enano y ropa, es una ecuación ideal para mantener a raya a una dignidad menguante pero latente. Tienen la suerte de los etarras, la suerte de vivir en una sociedad que no utiliza la revuelta violenta, el camino más cómodo y expeditivo, la que nos permitiría colocarles el pescuezo entre dos maderos en la Plaza Mayor, y al grito de Dignidad y Libertad, dejar que el zumbido de la cuchilla les susurre las cuentas pendientes que tenían con los que queremos una sociedad mejor y les hemos padecido. Y después, Zas, un problema menos.

No hay comentarios: