Hoy estoy de malas. Entre que he dormido fatal y que acabo de firmar mi noveno contrato temporal en el mismo puesto de trabajo, me voy a poner las botas. Que me llamen frívolo, me importa un güevo de pato, pero los dos partidos políticos mayoritarios de este país están excediéndose en las labores sexuales para con los ciudadanos. Es decir, están dando demasiado por culo (lamento la ordinariez, pero ya he explicado que estoy muy quemado).
Se pasan el día enzarzados en disquisiciones, que sin dejar de ser importantes, andan demasiado lejos del pueblo. Los que cogemos el metro, o el coche por la mañana para ir a currar, los que trabajamos lejos de las políticas económicas, los grandes pactos de estado (aunque sean estos una especie en peligro de extinción), los que tenemos muchas otras responsabilidades aparate del propio trabajo fuera de casa, los que miramos la cuenta veinte veces al mes para ver como vamos de pasta. Y como no, los que firmamos ochocientos contratos para seguir rumiando en la misma mesa todos los días. Cuando ocurre esto último, a uno le dan ganas de meter a los sindicatos complacientes y a los gobiernos mentirosos (de paso unimos a ellos a todo el arco parlamentario, por no oponer resistencia) en una cápsula y mandarlos a tomar por culo, para que sigan discutiendo sobre sus memeces y resolviendo sus traumas fálicos, lejos de donde puedan hacer daño.
Que no me venga ningún gobierno más a venderme la moto sobre la estabilidad en el empleo, sobre las políticas de consolidación laboral, sobre intenciones mesiánicas en relación a un futuro laboral incierto de muchos curritos, que no es que les preocupe su futuro, es que les agobia su presente. Trabajo en la administración pública desde hace muchos años, no soy funcionario, hago guardias por las que no me pagan y renuevo contrato anualmente, cada uno con su pertinente periodo de prueba, y lo único positivo que he sacado de esto, es que me voy ahorrar un pastón en el papel para la pared de mi casa, porque la tengo forrada de contratos.
Quizás la cita de Sastre esté en lo cierto, pero a veces se hace difícil. Por mi parte que les vayan dando.
Se pasan el día enzarzados en disquisiciones, que sin dejar de ser importantes, andan demasiado lejos del pueblo. Los que cogemos el metro, o el coche por la mañana para ir a currar, los que trabajamos lejos de las políticas económicas, los grandes pactos de estado (aunque sean estos una especie en peligro de extinción), los que tenemos muchas otras responsabilidades aparate del propio trabajo fuera de casa, los que miramos la cuenta veinte veces al mes para ver como vamos de pasta. Y como no, los que firmamos ochocientos contratos para seguir rumiando en la misma mesa todos los días. Cuando ocurre esto último, a uno le dan ganas de meter a los sindicatos complacientes y a los gobiernos mentirosos (de paso unimos a ellos a todo el arco parlamentario, por no oponer resistencia) en una cápsula y mandarlos a tomar por culo, para que sigan discutiendo sobre sus memeces y resolviendo sus traumas fálicos, lejos de donde puedan hacer daño.
Que no me venga ningún gobierno más a venderme la moto sobre la estabilidad en el empleo, sobre las políticas de consolidación laboral, sobre intenciones mesiánicas en relación a un futuro laboral incierto de muchos curritos, que no es que les preocupe su futuro, es que les agobia su presente. Trabajo en la administración pública desde hace muchos años, no soy funcionario, hago guardias por las que no me pagan y renuevo contrato anualmente, cada uno con su pertinente periodo de prueba, y lo único positivo que he sacado de esto, es que me voy ahorrar un pastón en el papel para la pared de mi casa, porque la tengo forrada de contratos.
Quizás la cita de Sastre esté en lo cierto, pero a veces se hace difícil. Por mi parte que les vayan dando.
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