Lejos de los temas que me encienden y que no debieran hacerlo porque me hastían, y por otro lado termino encontrándolos banales, hoy quería hablar de una cosa muy, pero que muy importante. No es otra que el hecho de que hace hoy un año que nuestra vida dio un giro de 180 grados. Tal día como hoy, nació nuestro hijo Daniel. No voy a poder, como no he sido capaz de hacerlo en otras ocasiones, describir lo que supuso para nosotros semejante hecho, solo aquellos que lo hayan experimentado podrán comprender lo que intento decir.
Daniel nació de madrugada, una semana antes de lo previsto, tras muchos meses de patadas y movimientos placentarios que ya apuntaban la energía de la que hoy hace gala. Los inicios fueron dificultosos, los que nos conocéis sabéis que se nos presentó una pendiente en forma de complicaciones de salud del enano, que aunque con el tiempo se han quedado en nada, al principio nos supuso un enorme disgusto y mucha preocupación. Muchos días de UCI en el hospital Montepríncipe de Madrid, en el que ya comenté en su momento que nos trataron de una forma excelente y de justicia es decirlo y recordarlo. Muchos días de cansancio, con idas y venidas cada dos horas para ver a nuestro hijo en los espacios permitidos. Es curioso como una experiencia así marca y dispara el amor que se puede sentir hacia un ser tan diminuto, él que ya sonreía en su cuna de plástico transparente, reducía cualquier esfuerzo a la mínima expresión y colmaba de alegría cada día que pasaba.
Pero todo eso ya pasó. Daniel es un niño sano, amén de todas las enfermedades banales que terminan en –itis y que ha ido pillando una a una durante estos meses. Desconozco como son los demás enanos que hay por ahí pero como mi papel es del un padre que deja rastro por allí por donde pasa, debo decir que Daniel además de sano es un niño alegre, bueno y muy simpático.
Estos 365 días a su lado han sido espectaculares, cada día, cada minuto que hemos podido pasar junto a él han hecho que todo, absolutamente todo haya merecido la pena. Gran parte del mérito del buen devenir de Daniel la tiene su madre. También dije en su momento que era la mejor madre del mundo, y hoy, un año después, me ratifico. Lorena ha cuidado de Daniel como de un tesoro, dándole lo que necesitaba, educándole desde el principio, colmándole del amor que se presupone en estos casos, y me atrevo a decir que incluso más allá. Yo, como padre, espero estar haciéndolo medianamente bien, por entrega no será en cualquier caso. La verdad es que no hay más que verle para saber que mal no lo estamos haciendo, porque esa sonrisa, cuando no carcajada, que te dedica cuando entras por la puerta, tiene que significar aprobación, a su manera, pero seguro que se siente muy querido.
Hoy, después todo un año junto a él, no puedo sino ratificar mi amor incondicional por nuestro hijo, mi compromiso voluntario y gustoso por permanecer a su lado cada día de mi vida, y mi lealtad más allá de lo comprensible.
Daniel, cuando estabas en esa cuna fría y transparente, en la UCI, te decía al oído que éramos un equipo, tu, mamá y yo, y que pronto irías a casa, que te pondrías bien. Pues ahora que ya estás bien te digo que seguimos siendo un equipo, ahora y siempre, y cada día nos tendrás a tu lado, a veces incluso estarás harto de tenernos tan cerca, pero la vida es así enano, y nos va a tocar lidiar contigo y a ti con nosotros, y siempre estaremos contigo para lo que quieras, porque somos y seremos tu equipo.
Te quiero mucho Champi.
Daniel nació de madrugada, una semana antes de lo previsto, tras muchos meses de patadas y movimientos placentarios que ya apuntaban la energía de la que hoy hace gala. Los inicios fueron dificultosos, los que nos conocéis sabéis que se nos presentó una pendiente en forma de complicaciones de salud del enano, que aunque con el tiempo se han quedado en nada, al principio nos supuso un enorme disgusto y mucha preocupación. Muchos días de UCI en el hospital Montepríncipe de Madrid, en el que ya comenté en su momento que nos trataron de una forma excelente y de justicia es decirlo y recordarlo. Muchos días de cansancio, con idas y venidas cada dos horas para ver a nuestro hijo en los espacios permitidos. Es curioso como una experiencia así marca y dispara el amor que se puede sentir hacia un ser tan diminuto, él que ya sonreía en su cuna de plástico transparente, reducía cualquier esfuerzo a la mínima expresión y colmaba de alegría cada día que pasaba.
Pero todo eso ya pasó. Daniel es un niño sano, amén de todas las enfermedades banales que terminan en –itis y que ha ido pillando una a una durante estos meses. Desconozco como son los demás enanos que hay por ahí pero como mi papel es del un padre que deja rastro por allí por donde pasa, debo decir que Daniel además de sano es un niño alegre, bueno y muy simpático.
Estos 365 días a su lado han sido espectaculares, cada día, cada minuto que hemos podido pasar junto a él han hecho que todo, absolutamente todo haya merecido la pena. Gran parte del mérito del buen devenir de Daniel la tiene su madre. También dije en su momento que era la mejor madre del mundo, y hoy, un año después, me ratifico. Lorena ha cuidado de Daniel como de un tesoro, dándole lo que necesitaba, educándole desde el principio, colmándole del amor que se presupone en estos casos, y me atrevo a decir que incluso más allá. Yo, como padre, espero estar haciéndolo medianamente bien, por entrega no será en cualquier caso. La verdad es que no hay más que verle para saber que mal no lo estamos haciendo, porque esa sonrisa, cuando no carcajada, que te dedica cuando entras por la puerta, tiene que significar aprobación, a su manera, pero seguro que se siente muy querido.
Hoy, después todo un año junto a él, no puedo sino ratificar mi amor incondicional por nuestro hijo, mi compromiso voluntario y gustoso por permanecer a su lado cada día de mi vida, y mi lealtad más allá de lo comprensible.
Daniel, cuando estabas en esa cuna fría y transparente, en la UCI, te decía al oído que éramos un equipo, tu, mamá y yo, y que pronto irías a casa, que te pondrías bien. Pues ahora que ya estás bien te digo que seguimos siendo un equipo, ahora y siempre, y cada día nos tendrás a tu lado, a veces incluso estarás harto de tenernos tan cerca, pero la vida es así enano, y nos va a tocar lidiar contigo y a ti con nosotros, y siempre estaremos contigo para lo que quieras, porque somos y seremos tu equipo.
Te quiero mucho Champi.
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