Voy a ser comedido. Por aquello del abandono al que he sometido a este espacio en los últimos tiempos. Lo intentaré. Pero es que me ha empezado a echar humo el entrecejo al leer esta mañana que la alcaldesa de Lizartza ha tomado posesión del cargo protegida por fuerzas de seguridad ante el acoso de un grupo de fascistas. Y claro, me he ido corriendo al calendario para ver si efectivamente no nos encontrábamos ya en la edad media, y resulta que si, que marcaba, como yo pensaba, el año 2007. Después me he apresurado a confirmar que me encontraba en España, ese país fascista y colonialista que oprime a las al pueblo vasco sin cesar, pese a ser la autonomía con mayores privilegios del reino, y muy probablemente de la coña marinera esa que llamamos Europa. Y efectivamente me encuentro en la península. Ha sido entonces cuando el humillo del entrecejo ha pasado directamente a ser un fogonazo de incomprensión, de rabia y de ira, ira que he tenido que controlar para que no se transforme en violencia y desee que todo ese atajo de asesinos, torturadores, los que simpatizan con ellos, sus familias colaboradoras necesarias, sus amigos y todo aquel cómplice del terror que extienden por su tan querida patria, sufran en sus carnes la tensión, el acoso y el derribo al que someten ellos a los representantes del pueblo soberano, pueblo que más allá de fronteras autonómicas, lenguas, tradiciones y errehaches del género imbécil ostenta el poder en un país libre y democrático, y que lo seguirá haciendo pese al azote fascista, ultra e irracional de unos asesinos que se vanaglorian de autodenominarse “de izquierdas”, a lo cual, los que creemos en la fuerza del pueblo para construir una sociedad mejor nos dan ganas de potar. Digo.
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