MIGUEL Y YO.

Acabo de leer que Michael Jackson no se sentía querido. Vaya por dios. Tanta pasta que tenía el muchacho, tanta pigmentación bipolar, y al final resulta que era un infeliz. Ni con el parque de atracciones que tenía en su terruño, ni con los niños y niñas (Eh! ¿Bibiana has visto? Niños y niñas, es que me estoy haciendo de un moderno…gilipollas pero moderno) que le acompañaban cada día y cada noche (¿?) en su nidito. Con todo y con eso, el pavo lloraba por las esquinas.

Es que no se puede tener todo. Yo no tengo un duro pero soy un tío feliz. Si señor, de éstos que están contentos con su vida y con lo que le rodea en general. Reconozco que soy muy pasional, lo digo por si mañana escribo que la vida apesta y que preferiría estar muerto, que no os preocupéis. Es normal. También cabe la posibilidad de que haya estado de cañas la noche anterior. En ese caso es menos grave.

El caso es que he encontrado ciertas similitudes entre Miguel Jackson y servidor. Primero, somos hijos de familias numerosas, el cantó en un grupo con sus hermanitos que se llamaba los Jacksons Five y yo di el cante en los M. Four. El nació negro, pero negro negro y palmó siendo más blanco que la cal. Yo nací blancurrio y de lunes a viernes cuando estoy en el curro me pongo negro negro. Mi alteración en la pigmentación no solo no me cuesta sino que además me pagan. El vendió cinco trillones de discos de música y yo consigo cinco visitas diarias en mi blog (si se lee muy rápido y te saltas “trillones” es lo mismito).

A él creo que le perdían las pirulas (de hecho se perdió) y yo soy fan del Ibuprofeno. Le encantaban los niños (y niñas) y a mi también, como los perros, con correa y bozal. Y así un sin fin de cositas que han hecho que me sienta más cercano a este tipo al que llaman rey del pop. Aunque ahí pinchamos en hueso. Yo soy republicano.