Hace tiempo que quería dedicar algo escrito a los amigos. A los amigos de verdad. Soy de los que diferencia entre los colegas y los amigos. Acceder a ser colega es relativamente fácil, no hay que ser muy exigente. Un colega es ese o esa con el que uno se va de cañas y se puede pegar unas charlas hasta que el sol te recuerda que has bebido demasiado y que ya vale de pegar a la hebra, repliegas velas y para casa. Un colega te da buen rollo, te anima, te entretiene y te da conversación. No es poco.
Un amigo es otra historia. Yo tengo pocos, pero son los mejores. Tengo alguno de toda la vida, de esos que saben de ti más que tú, de los que nunca debes esperar un comentario amable sino procede, de los que te ponen la vida delante de la cara y te pegan un ostiazo para que dejes de autocompadecerte y tires palante. Son esos también los que te hacen sentir único, los que sabes que siempre van a estar ahí, para darte el ostiazo o para darte aliento, para tirar de ti, o para no dejarte caer. Yo he pasado historias en mi vida que si no es por ellos me hundo, me ahogo, y creo que nunca he sabido agradecérselo suficiente.
Un amigo es el que te pide que te embarques y no le preguntas a donde, ni cuando zarpamos ni cuando volvemos, ni el porqué. Porque el porqué no es más que su envite y no importa a donde se va, se va y punto, y ahí te pillen confesado o sin confesar, con tus mejores galas o más desnudo que el rey del cuento (los reyes siempre son de cuento). Y hasta la victoria siempre. O no. O hasta la derrota, que más da, la gloria y la grandeza de los amigos es que se dejan arrollar si eso implica estar al lado de otro, de ese otro que has elegido que esté ahí, que has elegido estar con él ahí, y lo demás a tomar por saco. A un amigo no se le traiciona, ni se le deja en la estacada, ni se le entrega, con un amigo se corre de la mano hacia la derrota más certera, sabiendo que uno hace lo correcto, sabiendo que la vida que hemos elegido nos ha puesto ahí con él. O con ella. Y juntos nos caigan los palos.
Un amigo es otra historia. Yo tengo pocos, pero son los mejores. Tengo alguno de toda la vida, de esos que saben de ti más que tú, de los que nunca debes esperar un comentario amable sino procede, de los que te ponen la vida delante de la cara y te pegan un ostiazo para que dejes de autocompadecerte y tires palante. Son esos también los que te hacen sentir único, los que sabes que siempre van a estar ahí, para darte el ostiazo o para darte aliento, para tirar de ti, o para no dejarte caer. Yo he pasado historias en mi vida que si no es por ellos me hundo, me ahogo, y creo que nunca he sabido agradecérselo suficiente.
Un amigo es el que te pide que te embarques y no le preguntas a donde, ni cuando zarpamos ni cuando volvemos, ni el porqué. Porque el porqué no es más que su envite y no importa a donde se va, se va y punto, y ahí te pillen confesado o sin confesar, con tus mejores galas o más desnudo que el rey del cuento (los reyes siempre son de cuento). Y hasta la victoria siempre. O no. O hasta la derrota, que más da, la gloria y la grandeza de los amigos es que se dejan arrollar si eso implica estar al lado de otro, de ese otro que has elegido que esté ahí, que has elegido estar con él ahí, y lo demás a tomar por saco. A un amigo no se le traiciona, ni se le deja en la estacada, ni se le entrega, con un amigo se corre de la mano hacia la derrota más certera, sabiendo que uno hace lo correcto, sabiendo que la vida que hemos elegido nos ha puesto ahí con él. O con ella. Y juntos nos caigan los palos.
Eso son para mi los amigos, y por si alguno aún no lo sabe, que lo saben, solo puedo decirles que gracias, gracias por ser y por estar, gracias por aguantarme, por escucharme, por apoyarme, por regañarme, por quererme, gracias en definitiva por acompañarme.
Os quiero.
1 comentario:
La amistad es algo muy difícil de descifrar, de lograr y de entender. Pero cuando se llega a ella sin saber como ni porqué, se disfruta y valora.
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