Hay un extraño mal que me aqueja. Me repugna ver como un ser humano maltrata a un animal. En este caso me refiero al toreo. No es la primera vez que hago referencia a ésto en el blog, pero ayer fue la primera vez que vi como un toro empitona a un caballo. Un caballo que vio como su dueño y señor le ponía a lidiar con un toro bravo. Así, sin más. Y ese toro bravo debe enfrentarse a una muerte segura ante la algarabía de miles de espectadores satisfechos con sus malsanas y enfermas necesidades “culturales”. Y ese caballo se alzó más de lo previsto, y ese toro le hincó el asta hasta el citoplasma, y en estos momentos mi querido caballo se debate entre la vida y la muerte en una clínica veterinaria. Sobre el toro ni hablo que ya nos hacemos una idea de donde está a estas horas.
Hay que ser muy cafre y muy cabrón para gozar con la agonía ajena, sea de persona humana o de un animal. Y no solo gozar de su agonía sino hacerlo en público, en grupo y ser capaz de valorar el sacrificio del animal. Por eso de vez en cuando el que goza como ellos al ver como uno de estos hermosotes toros bravos empitona sin piedad al farolillo que tiene delante, soy yo. Y lástima que ayer el equino no cayera encima de su jinete y le aplastara los güevos, y lo que no son los güevos también.
Pero al caballo no. El caballo no ha elegido estar ahí, el caballo no ha elegido convertirse en corcel de un asesino, el caballo no lo haría…Por eso alzo la voz y protesto, digo que no, que el toreo no es cultura, que es crimen y asesinato, que es vileza y cobardía, y que mucho se lo van a tener que currar para que me apee de mi burro. Y mi burro no muere porque si, mi burro es mío y no permite que me bajen. Turula dixit.
Hay que ser muy cafre y muy cabrón para gozar con la agonía ajena, sea de persona humana o de un animal. Y no solo gozar de su agonía sino hacerlo en público, en grupo y ser capaz de valorar el sacrificio del animal. Por eso de vez en cuando el que goza como ellos al ver como uno de estos hermosotes toros bravos empitona sin piedad al farolillo que tiene delante, soy yo. Y lástima que ayer el equino no cayera encima de su jinete y le aplastara los güevos, y lo que no son los güevos también.
Pero al caballo no. El caballo no ha elegido estar ahí, el caballo no ha elegido convertirse en corcel de un asesino, el caballo no lo haría…Por eso alzo la voz y protesto, digo que no, que el toreo no es cultura, que es crimen y asesinato, que es vileza y cobardía, y que mucho se lo van a tener que currar para que me apee de mi burro. Y mi burro no muere porque si, mi burro es mío y no permite que me bajen. Turula dixit.
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