Estamos todos tarados. El lunes por la tarde fui a la compra. La verdad es que no soy dado a alarmarme con estas cosas de los desabastecimientos y demás alarmas gratuitas, pero por aquello de que tengo un retoño trato de ser precavido. Sin alarmas. El caso es que el lunes fui a comprar un par de cosillas para mi hijo. Un poco de pescado, yogures y petisuis. Fácil. Pues de fácil nada de nada, niet de niet. Los estantes de los lácteos estaban vacíos, y de lo demás poco a poco menguando las existencias.
Si los supermercados Día me dan repelús de por si (es como si un avión Hércules del ejército hubiera dejado caer desde el aire cajas de ayuda humanitaria) el otro día daba pena. Parecía que hambrientas hordas de harapientos refugiados habían pasado por encima de las cajas. La gente salía con enormes carros cargados de existencias, así como para tres meses de encierro domiciliario.
Atónito llegué a la caja con mi escasa compra cuando escuché a una viejecilla, o señora mayor creo que se dice ahora, “estamos como en el 36”. Te cagas. No es desconocido para servidor el gusto de las personas de edad (este eufemismo me gusta más si cabe) de montarse películas que diluyan un poco la ingente ración de telebasura con la que se indigestan cada día (si hay alguna reclamación a causa del uso frívolo que hago de los estereotipos por favor envíen un sms al departamento de reclamaciones morales de mi irregular mente perversa). Como en el 36 nada menos. He tenido la suerte de no pasar por aquello, pero creo que un pelín mejor si que estamos y dudo que la presente huelga amenace nuestro bienestar hasta e punto de dejernos sin víveres.
Ahora que no se si estamos mejor en los tiempos que corren, pero vistas las colas en las gasolineras y los estantes vacíos en los supermercados lo que si somos ahora es infinitamente más gilipollas o ignorantes o fantasiosos. O todo a la vez.
Si los supermercados Día me dan repelús de por si (es como si un avión Hércules del ejército hubiera dejado caer desde el aire cajas de ayuda humanitaria) el otro día daba pena. Parecía que hambrientas hordas de harapientos refugiados habían pasado por encima de las cajas. La gente salía con enormes carros cargados de existencias, así como para tres meses de encierro domiciliario.
Atónito llegué a la caja con mi escasa compra cuando escuché a una viejecilla, o señora mayor creo que se dice ahora, “estamos como en el 36”. Te cagas. No es desconocido para servidor el gusto de las personas de edad (este eufemismo me gusta más si cabe) de montarse películas que diluyan un poco la ingente ración de telebasura con la que se indigestan cada día (si hay alguna reclamación a causa del uso frívolo que hago de los estereotipos por favor envíen un sms al departamento de reclamaciones morales de mi irregular mente perversa). Como en el 36 nada menos. He tenido la suerte de no pasar por aquello, pero creo que un pelín mejor si que estamos y dudo que la presente huelga amenace nuestro bienestar hasta e punto de dejernos sin víveres.
Ahora que no se si estamos mejor en los tiempos que corren, pero vistas las colas en las gasolineras y los estantes vacíos en los supermercados lo que si somos ahora es infinitamente más gilipollas o ignorantes o fantasiosos. O todo a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario