SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS Y TODAS. NO A LOS RECORTES

22 junio 2008

ESTOY AGOTADO...


Estoy agotado. Este fin de semana está siendo muy duro. Todo me va mal. Mi estado de ánimo es lamentable lo cual produce una constante visión negativa de la vida en general y de las horas que faltan para mañana en particular. Quiero que llegue mañana, no por nada en especial. Porque mañana querré que llegue pasado, y así sucesivamente. No consigo dormir, no tengo demasiado hambre y francamente, no me apetece hacer nada.

Se que no pinto nada así, más que nada porque no tiene arreglo. Espero poder controlar mi estado de ánimo, poder seguir viviendo como hasta ahora, cuidando de mi hijo, en la parte que de momento me dejan, y volver a plantar los cimientos que sustentaban mi existencia. Siempre lo hago. Siempre apuntalo mi vida, es mi único patrimonio y de ninguna manera permitiré que se derrumbe. Pero siempre llegan las malas artes, los golpes, la furia descontrolada de un tornado que ya había pasado otras veces, y tengo que aguantar hasta que se aleje. Y después vivir con los destrozos, mientras poco a poco enderezo la estructura.

Y ahí estoy. Agradecido a todos los que me habéis mostrado vuestro apoyo, a todos los que habéis intentado animarme. Gracias por esos abrazos, gracias por estar ahí.

Y gracias a ti Daniel, gracias por vivir feliz, gracias por haberme cambiado la vida, gracias por tu sonrisa, por tus risas descontroladas, gracias por tus juegos y por tus necesidades, gracias mi niño por todo lo que me has dado. Te quiero mucho.

11 junio 2008

COMO EN EL 36 DICE LA TORDA...


Estamos todos tarados. El lunes por la tarde fui a la compra. La verdad es que no soy dado a alarmarme con estas cosas de los desabastecimientos y demás alarmas gratuitas, pero por aquello de que tengo un retoño trato de ser precavido. Sin alarmas. El caso es que el lunes fui a comprar un par de cosillas para mi hijo. Un poco de pescado, yogures y petisuis. Fácil. Pues de fácil nada de nada, niet de niet. Los estantes de los lácteos estaban vacíos, y de lo demás poco a poco menguando las existencias.

Si los supermercados Día me dan repelús de por si (es como si un avión Hércules del ejército hubiera dejado caer desde el aire cajas de ayuda humanitaria) el otro día daba pena. Parecía que hambrientas hordas de harapientos refugiados habían pasado por encima de las cajas. La gente salía con enormes carros cargados de existencias, así como para tres meses de encierro domiciliario.

Atónito llegué a la caja con mi escasa compra cuando escuché a una viejecilla, o señora mayor creo que se dice ahora, “estamos como en el 36”. Te cagas. No es desconocido para servidor el gusto de las personas de edad (este eufemismo me gusta más si cabe) de montarse películas que diluyan un poco la ingente ración de telebasura con la que se indigestan cada día (si hay alguna reclamación a causa del uso frívolo que hago de los estereotipos por favor envíen un sms al departamento de reclamaciones morales de mi irregular mente perversa). Como en el 36 nada menos. He tenido la suerte de no pasar por aquello, pero creo que un pelín mejor si que estamos y dudo que la presente huelga amenace nuestro bienestar hasta e punto de dejernos sin víveres.

Ahora que no se si estamos mejor en los tiempos que corren, pero vistas las colas en las gasolineras y los estantes vacíos en los supermercados lo que si somos ahora es infinitamente más gilipollas o ignorantes o fantasiosos. O todo a la vez.

02 junio 2008

DILEMA


Mañana quizás. U hoy. O quizás no. Nada. Pero igual si. No se que pasa con lo que sucede, con lo que planeas que acontezca y no sabes esperar a que ocurra. O que no. Y llega el ansia, la duda, la incertidumbre. Y piensas que no, que igual si, que igual incluso no quieres que ocurra, que fracasarás si no pasa. Entonces te tiemblan las manos, la mente se fuga en una huida hacia delante, tratando de llegar antes que el calendario, de hacer un pronóstico cegado por los nervios. Pronóstico errático y dubitativo. Te pones en situación, esperas lo peor, buscas palabras, las fundes en un collage que se parezca lo máximo posible a un argumento sólido, pero antes de apuntalar la justificación se desploma, y buscas otra línea, otra razón, otra palabra. O no. Por que no lo sabes. Te agotas, te irritas. Un grito. Lo piensas. Esperas. El eco. Era cierto, está ahí. Corres. Ya no hay palabras, ni pretextos ni salidas. Maldita decisión. Maldito cruce de caminos.

Dejé de pensar y me marché cabizbajo del pasillo de refrigerados.