R de Rouco Varela. La iglesia es implacable. Lo dije hace unos días, como también afirmé que el que se embarca en semejante viaje, con semejantes patrones de la moral, sabe a lo que se arriesga. Estoy un poco confundido. Toda mi infancia y parte de mi adolescencia siguiendo los caminos del señor, acudiendo a catequesis, a misa los domingos y con un convencimiento de pura inercia sobre mi supuesta fe. Abandoné el redil y los vericuetos de mi vida no solo me alejaron de la doctrina de la iglesia, sino que borraron cualquier atisbo de fe que hubiera podido anidar en mí. Yo no creo en dios. Yo creo en los hombres. Pero ni con esas me libro.
Resulta que cuando acudía a catequesis, me enseñaron que un tal Jesús, predicaba entre los pobres, vivía de forma austera, se juntaba con los marginados, los proscritos, obraba milagros, curaba a los enfermos, se juntaba con los niños, repudiaba a los mercaderes del templo, dejaba a la manada para buscar y recoger a una oveja perdida. Y yo flipando. El Ché Guevara me pareció un mierdecilla al lado de semejante revolucionario. Pero entonces llegó la iglesia, con su maquinaria implacable, con su doctrina y afán intervencionista en la vida de los hombres y mujeres que aún sintiéndose libres, se subyugan a las pautas establecidas por un Vaticano burgués e imperialista.
Y la fe se escribió con R de Rouco. Y este magnate del espíritu, especulador de la moral, decidió cerrarles el chiringuito a los pobres, dar la espalda a las familias más necesitadas y dar al traste con la esencia del espíritu cristiano predicado por Jesús. La parroquia de Entrevías se cierra. Su catequesis no es homologable, sus misas no se ajustan a la doctrina de pensamiento único vaticano, por lo tanto, y como ya hicieron con los Teólogos de la Liberación, hay que convertirlos en proscritos.
Pero el pueblo, el barrio de Entrevías ha dicho que no. Que la Iglesia, la de verdad, la que se escribe con mayúsculas, somos todos. Porque así lo dijo Jesús, y si hay que luchar contra la infame conferencia episcopal, se lucha, si hay que plantar cara a Rouco, que descansa tranquilo rodeado de una vida opulenta, se hace. El vive alejado de los pobres, lejos de las realidades que se viven en España y en países del llamado Tercer Mundo, mientras muchos sacerdotes y monjas se baten en duelo por todos los rincones del mundo contra el SIDA, la malaria, el tifus, la pobreza, la droga, el hambre. ¿Sabe usted lo que es el hambre señor Rouco Varela? Si Jesús le hubiera pillado en el templo le hubiera sacado de ahí a ostias.
Hoy, yo también soy parroquiano de San Carlos Borromeo, "la Iglesia Roja". Entrevías en Lucha. Hasta la Victoria Siempre.
Resulta que cuando acudía a catequesis, me enseñaron que un tal Jesús, predicaba entre los pobres, vivía de forma austera, se juntaba con los marginados, los proscritos, obraba milagros, curaba a los enfermos, se juntaba con los niños, repudiaba a los mercaderes del templo, dejaba a la manada para buscar y recoger a una oveja perdida. Y yo flipando. El Ché Guevara me pareció un mierdecilla al lado de semejante revolucionario. Pero entonces llegó la iglesia, con su maquinaria implacable, con su doctrina y afán intervencionista en la vida de los hombres y mujeres que aún sintiéndose libres, se subyugan a las pautas establecidas por un Vaticano burgués e imperialista.
Y la fe se escribió con R de Rouco. Y este magnate del espíritu, especulador de la moral, decidió cerrarles el chiringuito a los pobres, dar la espalda a las familias más necesitadas y dar al traste con la esencia del espíritu cristiano predicado por Jesús. La parroquia de Entrevías se cierra. Su catequesis no es homologable, sus misas no se ajustan a la doctrina de pensamiento único vaticano, por lo tanto, y como ya hicieron con los Teólogos de la Liberación, hay que convertirlos en proscritos.
Pero el pueblo, el barrio de Entrevías ha dicho que no. Que la Iglesia, la de verdad, la que se escribe con mayúsculas, somos todos. Porque así lo dijo Jesús, y si hay que luchar contra la infame conferencia episcopal, se lucha, si hay que plantar cara a Rouco, que descansa tranquilo rodeado de una vida opulenta, se hace. El vive alejado de los pobres, lejos de las realidades que se viven en España y en países del llamado Tercer Mundo, mientras muchos sacerdotes y monjas se baten en duelo por todos los rincones del mundo contra el SIDA, la malaria, el tifus, la pobreza, la droga, el hambre. ¿Sabe usted lo que es el hambre señor Rouco Varela? Si Jesús le hubiera pillado en el templo le hubiera sacado de ahí a ostias.
Hoy, yo también soy parroquiano de San Carlos Borromeo, "la Iglesia Roja". Entrevías en Lucha. Hasta la Victoria Siempre.
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