A estas alturas de la campaña muchos sabréis que Daniel está un poco atascado en sus inicios vitales. En principio nada grave, más que nada porque los médicos no son capaces de saber porque sufre esas crisis en las que se pone azul. La razón es que le baja la saturación de oxígeno en la sangre. Al margen de las muestras de apoyo y tranquilidad que nos han llegado de todos, lo cual agradezco en el alma, no podemos evitar Lorena y yo sentir una tensión creciente y una tristeza enorme al ver al pequeñajo en la UCI, con sus cables y demás parafernalia. Por ello, y aún con una confianza infinita en que se va a poner bien quiero dedicarle una carta a ese pequeño campeón que ya ha cumplido su primera semana de vida y que en diez días ha hecho que la mía merezca la pena haberla vivido. Insisto en el agradecimiento a todos los que estáis pendientes de nosotros. Gracias.
“Hola mi niño, estoy en casa, entre visita y visita al hospital y quiero aprovechar para poner por escrito cosas, que aunque tu ya las sepas porque te las digo al oído cada día, necesito sacarlas fuera. En diez días has puesto patas arriba mi vida. Parece que te cuesta arrancar, respirar bien. Hace tiempo le escribí una carta a tu primo Antón, la cual titulé igual que ésta. Lo he hecho adrede, porque ahora, aunque tu seas pequeñito, quiero decirte que estas haciéndolo muy bien, estás currando para ponerte bueno y venirte a casa, que te estas batiendo como un campeón. Tu no lo sabes, pero este lance lo tienes ganado, porque aparte de que los médicos no son capaces de sacarte tara alguna, parece que estás espléndido en lo que a las pruebas se refiere, no estás solo. Nunca lo estarás. Desde el primer momento que te vi, debajo de esa manta eléctrica a la salida del quirófano a las dos de la mañana, supe que nunca estarías solo. Siempre estaré contigo, hombro con hombro y batallaremos cada día juntos. Eres un campeón, lo veo hoy y lo seguiré viendo cada día. Siempre he querido pensar que paso por la vida para algo, que quiero mirar atrás y ver las huellas que he dejado, y que éstas sirvan de algo. Tu te has convertido en esa huella que ha hecho que mi caminar haya merecido la pena, eres la prueba de que llegar hasta aquí no solo ha compensado, sino que tus dos kilos y medio y esa sonrisa que te sale a ratos dan fuerzas para estar a tu lado día y noche. Si tenemos que ir al hospital cada dos horas, pues se va, te aseguro que no tengo nada más importante que hacer; si dormimos regular unos días, pues ya dormiremos más después (aunque por lo que me han comentado, igual en este caso no se cumple del todo lo de dormir más después); si hay que estar a tu lado hablándote, diciéndote que somos un equipo, que respiramos juntos, que ésto está ganado, pues encantado.
Eres mi pequeño campeón y pronto saldremos de esa sala llena de pitidos, cables, incubadoras y volveremos a casa. Digo volveremos porque ya has estado aquí, mucho antes de nacer, has estado en mi cabeza, en mi corazón. Hace mucho que te llevo conmigo, y te seguiré llevando desde ahora y siempre. Ánimo mi niño (me marcho corriendo que tengo que ir a verte). Recuerdo siempre: We are The Champions. Besitos.”.
“Hola mi niño, estoy en casa, entre visita y visita al hospital y quiero aprovechar para poner por escrito cosas, que aunque tu ya las sepas porque te las digo al oído cada día, necesito sacarlas fuera. En diez días has puesto patas arriba mi vida. Parece que te cuesta arrancar, respirar bien. Hace tiempo le escribí una carta a tu primo Antón, la cual titulé igual que ésta. Lo he hecho adrede, porque ahora, aunque tu seas pequeñito, quiero decirte que estas haciéndolo muy bien, estás currando para ponerte bueno y venirte a casa, que te estas batiendo como un campeón. Tu no lo sabes, pero este lance lo tienes ganado, porque aparte de que los médicos no son capaces de sacarte tara alguna, parece que estás espléndido en lo que a las pruebas se refiere, no estás solo. Nunca lo estarás. Desde el primer momento que te vi, debajo de esa manta eléctrica a la salida del quirófano a las dos de la mañana, supe que nunca estarías solo. Siempre estaré contigo, hombro con hombro y batallaremos cada día juntos. Eres un campeón, lo veo hoy y lo seguiré viendo cada día. Siempre he querido pensar que paso por la vida para algo, que quiero mirar atrás y ver las huellas que he dejado, y que éstas sirvan de algo. Tu te has convertido en esa huella que ha hecho que mi caminar haya merecido la pena, eres la prueba de que llegar hasta aquí no solo ha compensado, sino que tus dos kilos y medio y esa sonrisa que te sale a ratos dan fuerzas para estar a tu lado día y noche. Si tenemos que ir al hospital cada dos horas, pues se va, te aseguro que no tengo nada más importante que hacer; si dormimos regular unos días, pues ya dormiremos más después (aunque por lo que me han comentado, igual en este caso no se cumple del todo lo de dormir más después); si hay que estar a tu lado hablándote, diciéndote que somos un equipo, que respiramos juntos, que ésto está ganado, pues encantado.
Eres mi pequeño campeón y pronto saldremos de esa sala llena de pitidos, cables, incubadoras y volveremos a casa. Digo volveremos porque ya has estado aquí, mucho antes de nacer, has estado en mi cabeza, en mi corazón. Hace mucho que te llevo conmigo, y te seguiré llevando desde ahora y siempre. Ánimo mi niño (me marcho corriendo que tengo que ir a verte). Recuerdo siempre: We are The Champions. Besitos.”.
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