Me
preguntan insistentemente si soy feliz así, todo el día cabreado con la
realidad que nos rodea. Que si no es un poco agotador, que si esto, que si lo
otro, que si menudos cabrones estos y que si a los políticos habría que
hacerles nosequecosashorribles. A la
gente le sorprende que la situación de esta gran estafa a los ciudadanos a la
que han titulado crisis a ver si nos hacían comulgar con ruedas de molino, me
soliviante día si día también, que cada vez que pongo el telediario, o escucho
la radio o leo un periódico o cualquier otra fuente de información y/o
desinformación me cojo un cabreo soberano.
Pues
no, no me agota, no me cansa, como no lo hace cuidar de mi hijo cada día de mi
vida, como no me asusta asumir responsabilidades diarias. Y es que esto es una
responsabilidad más. Tengo la fortuna (de momento) de estar pasando por la
estafa de una forma más que correcta, no me falta nada, tengo un trabajo más o
menos satisfactorio, y un sueldo digno (espoleado por otras circunstancias que
no vienen al caso). Y soy feliz. Esa es mi base, y dentro de esa base de
fortuna y bienestar de la cual me siento tremendamente agradecido (es fortuna, no valía, por mi edad
me escapé por los pelos de toda esta mierda), siento que es mi deber y mi
obligación como ciudadano (privilegiado) luchar contra esta estafa y
posicionarme incondicionalmente la lado de los que están sufriendo las
consecuencias. Consecuencias por otro lado que ni Rajoy ni nadie de su
camarilla de vende patrias, tiene ni puta idea ni de cerca, de que aspecto
tienen.
Y
no soy menos feliz porque esté de una mala hostia (perdón madre por el lenguaje
pero tiene que estar en sintonía con lo que quiero transmitir, después me lavo
la boca, o las manos, o ya puestos todo entero con jabón) latente permanente,
porque de alguna manera me mantiene alerta, es como ese puntito de estrés que a
mi particularmente me viene muy bien para trabajar.
Podría
quedarme en casa, no escuchar ni buscar noticias, podría ponerme una venda y
darme paseítos por el barrio de Salamanca, no relacionarme con mis amistades
que lo puedan estar pasando peor, y abstraerme del mundo y vivir en mi pequeña
burbuja de felicidad y bienestar. Para empezar sería incapaz, o leo alguna
noticia todos los días o mi espíritu obsesivo compulsivo noticiovicioso me
dejaría más tirado que al protagonista de Trainspotting. Y por otro lado, que
coño, ahí si que me convertiría en un triste, ahí se que sería jodido el día a
día.
No
nos engañemos, y esto es un mensaje a los que me hacen la pregunta con la que
he empezado la entrada, yo no hago tanto, es más indignación que acción, me
involucro lo que puedo y lo que quiero, y lo que me hace pensar vuestra
cuestión es quizás la necesidad de plantearos vuestra propia felicidad y
conciencia, viviendo en ese mundo estupendo en el que os mantenéis al margen de
la realidad que se mastica en las calles.
Yo
me la como a dos carrillos, y en mi indignación está mi esperanza, en mi acción
está el pequeño cambio al que yo pueda contribuir, y en mi discurso está la
esperanza del contagio, de hacer que todos y todas, que los que puedan leer lo
que escribo digan que si, que ellos y ellas participarán del gran cambio que
queremos conseguir, cada uno desde su sitio, su trinchera, en su batalla.
Porque os aseguro, que no es una cuestión de si soy feliz o no, es una cuestión
de responsabilidad ciudadana, es estar donde creo que debo estar, más allá de
úlceras o disgustos, más allá de derrotas o desaliento. Soy feliz porque estoy
donde quiero estar.
Salud
y República.
1 comentario:
Y es que los que estamos en posicion de protestar debemos ser los que tenemos más que perder, por que la situacion actual no llama al optimsmo, tu sigue como eres Turula que tus post son muy grandes y reflejan lo que muchos pensamos, ya esta la quini en mi blog
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