Pues
finalmente se ha muerto Carrillo, y como no podía ser de otra forma se le han
realizado los pertinentes homenajes (de momento a través de la capilla
ardiente), y como tampoco podía dejar de ser, los más rancios y extremistas de
las cavernas han sacado a relucir los acontecimientos de Paracuellos. Curioso
que un señor que ha vivido 97 años, que ha ocupado cargos muy relevantes en la
política española desde los 18 solo despierte comentarios en torno a las
ejecuciones de Paracuellos. Algo he leído de Santiago Carrillo y sobretodo he
disfrutado mucho escuchándole en los últimos años en la radio, en la tertulia
“de sabios” en la Ventana
de la Cadena Ser ,
junto con Miguel Herrero de Miñón y Martín Villa (Ernest LLuch también
participó en ella) y si, siento su muerte.
Pero
deseando que descanse desde hoy en paz en el mar Cantábrico, quiero centrarme
en Paracuellos. Porque estoy francamente hasta los huevos del asunto. Y no
porque me parezca de importancia menor. Lo allí ocurrido fue una atrocidad
indescriptible y del todo injustificable, por muy tiempos de guerra que fueran.
Asesinar a miles de presos (en relación a la cifra depende de lo escorado a la
derecha del interlocutor, varía, desde unos dos mil quinientos que es la cifra
más o menos oficial, hasta los siete mil que me comentaba un conocido supongo
que con cierta nostalgia franquista) no tiene razón de ser. Ninguna. Como si se
trata de doce personas, da igual. Lo que me descoyunta los chacras y hace que
me soliviante es mi incomprensión acerca de una cuestión. ¿Por qué si algunos
hablamos de desenterrar a los muertos de las cunetas (que se cuentan por
cientos de miles, por cierto), si pedimos la retirada lógica de los símbolos
que exaltan a un dictador golpista y a su régimen, removemos el pasado y enfrentamos
a las dos españas, y sin embargo cuando los nostálgicos del régimen, los nuevos
ultraderechistas y los antiguos mentan el episodio de Paracuellos sin cesar
parece que hacen justicia? ¿Alguien me lo explica?
Por
otro lado ¿Por qué se achaca la responsabilidad a Carrillo de unos hechos en
los que no se ha probado su participación? Si bien es cierto que por el cargo que ocupaba en
la época debía estar al tanto de las sacas, también es muy cierto que el
desgobierno que imperaba en Madrid aquellos días hace bastante creíble la
versión del fallecido. Diferentes estudios apuntan a que fueron instrucciones
soviéticas las que promovieron dicha atrocidad. Por otro lado los fusilados en Paracuellos tienen su reconocimiento,
sus lápidas y su hermosa y gigantesca cruz en la ladera de la montaña
cercana al municipio en cuestión, lo cual no tienen los miles de ejecutados en
anónimas cunetas a manos de los golpistas y la dictadura posterior.
Y
todo esto es porque la democracia parlamentaria en este país es una mentira con
la que tuvieron que tragar Carrillo y los demás partidos de izquierdas para que
las élites de derechas no continuaran con su despótico gobierno. Y se tragaron
un sapo de cuidado. Firmaron, con la ratificación posterior de los ciudadanos
españoles una constitución que no fue sino una ley de punto y final como las de
las dictaduras latino americanas. Firmaron la “transacción” (no transición,
como dijo Anguita el domingo pasado en “Salvados”) que no era sino el disfraz
de un modelo injusto con una reducción (que tanto se lleva a hora en la
gastronomía) de libertades y derechos, que apenas salpicaba el fondo del plato.
Y así nos va. Ni hay olvido ni hay perdón. Claro que no. Siempre habrá
vencedores y vencidos, y el olvido se digiere peor desde el bando de los
sometidos y derrotados.
¿Acaso
los que braman por no remover el pasado estarían dispuestos a firmar algo
parecido con los asesinos de ETA? Venga va firmemos que aquí no ha pasado nada,
ni perdón, ni arrepentimiento ni nada, que su brazo político monopolice los cargos
públicos, y que se paseen por las calles sabiendo que nunca podrán reprocharles
nada porque de hacerlo las víctimas de ETA estarían reabriendo heridas del
pasado y removiendo mierda. Pues para los que ponéis cara de asco mientras
leéis esto, pensad ahora porqué las personas no se olvidan de sus padres,
hermanos, tíos, amigos, que una noche fueron retenidos por las fuerzas
golpistas de Francisco Franco, se los llevaron de paseo a las afueras del
pueblo, y junto a la tapia del cementerio les descerrajaron un tiro, para
posteriormente sumirles en el olvido.
Pues
eso, que estoy hasta el cigoto de Paracuellos y la altanería déspota de los que
se creen con derechos que a otros les niegan.
Descansa
en paz Santiago Carrillo.